A punto de ser una de las principales causas de muerte
Por huggo romerom™

Prologo:
El 10 de Febrero próximo pasado publique en ejemplomx.com el siguiente artículo:
Debo confesar que NUNCA esperé que este problema social esté a punto de convertirse en un problema de salud pública y pase a ser una de las principales causas de muerte.
El estrés que causa este problema es tan grande y dañino que puede llevar a la tumba a cualquier persona por mejor salud que tenga, es un “cáncer del ánimo, de la voluntad y de la necesidad de vivir en paz y tranquilamente” y el enfermo y los que “omiten ver y ayudar” son los principales causantes de esto.
Repito lo que escribí en el primer artículo
“La mejor solución y lo más justo para los familiares es contratar una persona profesional en cuidados de personas mayores o enfermas”.
A raíz de la petición de personas que viven con este problema hice este segundo análisis que espero les sea de ayuda tanto a las “Cuidadoras(es) Secuestradas (os)” como a sus familiares para que tomen cartas en el asunto y frenen de una vez por todas este problema y que no se sigan enterrando a las cuidadoras resignadas aparte de tenerlas secuestradas por años.
El Silencio que Mata: El Abuso de las Cuidadoras de Enfermos Terminales
En el rincón más oscuro de muchos hogares, donde la enfermedad ha impuesto su dominio, se esconde un abuso silencioso y devastador: el maltrato a las cuidadoras resignadas. Ellas, que no están ahí por elección, sino por imposición, son prisioneras de un sistema familiar y social que las condena a la explotación emocional, física y económica. Pero ha llegado el momento de abrir los ojos, de exigir justicia y de poner fin a este martirio.
La complicidad de los hijos ausentes
El sufrimiento de estas mujeres (y en algunos casos hombres) no se origina solo en la enfermedad del paciente, sino en la indiferencia y deshumanización de los hijos y familiares que, amparados en excusas y pretextos, se deslindan de sus obligaciones. Con la frialdad de quien delega una tarea molesta, asignan la carga de los cuidados a una madre, hermana, esposa o hija, sin ofrecer el apoyo moral, físico o económico que les corresponde. No es negligencia casual, es abuso premeditado, disfrazado de inercia.
El desdén de estos hijos es tan cruel como su tacañería. Mientras ellos disfrutan de su vida sin preocupaciones, las cuidadoras sobreviven entre medicamentos, traslados, noches de insomnio y el desgaste emocional de atender a un enfermo que, muchas veces, también abusa de su fragilidad para ejercer un control destructivo sobre ellas.
Cuidadoras resignadas, pero no sentenciadas
La resignación no es destino, es una condena impuesta por quienes se aprovechan de su nobleza. Pero la buena voluntad no debe ser excusa para el abuso. A ustedes, cuidadoras que se sienten enterradas en vida, es momento de comprender que tienen derechos. Derechos humanos, constitucionales y legales que las protegen del abandono y la explotación.
Si sus hijos o familiares han eludido su obligación de contribuir económicamente al cuidado del enfermo, si las han dejado solas con una carga que les corresponde a todos, si las han reducido a sirvientas sin paga, es hora de tomar acción. Ustedes pueden y deben denunciar esta situación ante los tribunales. La ley está de su lado.
Un llamado a la acción y a la denuncia
El abuso solo persiste mientras el silencio lo permita. No esperen a que su salud se deteriore hasta el punto de no retorno, no se queden esperando un reconocimiento que nunca llegará de aquellos que se han desentendido. El primer paso es informarse sobre sus derechos legales y buscar asesoría jurídica. Existen mecanismos legales que obligan a los hijos y familiares a cumplir con su responsabilidad económica y de cuidado.
La denuncia es una herramienta poderosa. Exigir lo que les corresponde no es egoísmo, es supervivencia. Es tiempo de que estos hijos ausentes enfrenten las consecuencias de su irresponsabilidad y comprendan que su indiferencia no es solo moralmente reprobable, sino también legalmente sancionable.
De la resignación a la acción
Si hoy eres una cuidadora resignada, date la oportunidad de cambiar tu historia. Mereces respeto, dignidad y calidad de vida. No permitas que el abuso te robe los años que te quedan. Busca ayuda, denuncia, exige. La vida no debe ser una condena, y tu entrega no debe ser sinónimo de sacrificio sin reconocimiento.
Hoy, alza la voz. Mañana, que sean ellos los que rindan cuentas.
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