Por huggo romerom™
La Nada es algo que muy pocos entienden.
La Nada no es ausencia. No es vacío.
La Nada es plenitud camuflada.
Porque cuando tienes todo —o crees tenerlo—, descubres algo que nadie te advirtió: ya no hace falta nada.
Y entonces te preguntas, en medio de la cima, ¿qué sentido tiene seguir caminando si ya no hay montaña que escalar?
Lo ilógico de todo esto es que es profundamente cierto:
el Todo se siente falso, inasible, breve.
Siempre habrá quien tenga más, aunque sea un solo centavo, una sola sonrisa, un pequeño suspiro más luminoso que el tuyo.
¿Y entonces qué?
¿Eso anula tu Todo?
¿Eso te vuelve Nadie?
En este tiempo moderno —rápido, líquido, delirante— no importa de dónde viene lo que tienes.
Si robaste, si mentiste, si heredaste, si lo trabajaste durante 40 años o si simplemente cayó del cielo… da igual.
Lo único que interesa es tener.
Tener Todo.
Ser Todo.
Pero he aquí la trampa:
El que sube más alto que todos,
el que logra ser “el único” sobre la cima,
se da cuenta tarde de que no tiene nada.
Porque sin alguien a quien mirar, sin algo que perseguir, sin un deseo,
Todo pierde sentido.
La vida sin deseo es un museo de cosas muertas.
Y, de pronto, aquel que no tenía nada —el que reía en la calle, el que cantaba en el metro, el que compartía su último trozo de pan—
ese que “nada tenía”, resulta ser envidiado por el que creía tenerlo todo.
Porque quien no ambiciona Nada… lo tiene Todo.
Y quien ambiciona Todo… nunca tendrá Nada.
La gran paradoja de la vida no es cuánto acumulas, sino cuánto eres capaz de soltar.
La libertad no está en la cima, sino en no necesitar escalar.
¿Lo entiendes?
¿Lo sientes?
¿Realmente estás seguro de qué es el Todo y qué es la Nada?
¿O tal vez has vivido persiguiendo la ilusión equivocada?
Esto lo escribe alguien que una vez tuvo todo y en ese todo solo encontró nada.
Esta es la realidad…para alguien que aprendió a vivir con nada y tener todo.
Jaque Mate.
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