Por huggo romerom™

La misoginia, ese delicado veneno social disfrazado de moralina, de “preocupación institucional” o de “opinión crítica”, es en realidad lo que siempre ha sido: odio, rechazo, aversión o desprecio hacia las mujeres… y peor aún, hacia todo lo que huela a lo femenino. ¿Les suena familiar? Pues claro que sí. Bastó que una licenciada, joven, preparada, con aspiraciones legítimas a convertirse en jueza federal en el proceso de selección 2025, decidiera usar redes sociales —sí, esas plataformas que usan todos— para mostrar su perfil profesional… y ¡boom! la caza de brujas no se hizo esperar.
Porque claro, si un abogado con cara de pasaporte vencido y corbata sudada sube un video hablando de su experiencia, es “comprometido con la justicia”; pero si lo hace una mujer joven, con una anatomía armoniosa (bendita genética, ¿no?), y con un poco de producción visual, ya es una “oportunista”, una “ambiciosa”, una “tonta bonita” o, peor aún, una “amenaza al sistema judicial”. ¡Caray! Qué susto les da una mujer con belleza, inteligencia y ambición profesional, todo en un mismo paquete.
Y no, señores (y señoras también, que la misoginia no es exclusiva del cromosoma Y), la Constitución no establece que para aspirar a un cargo en el Poder Judicial hay que tener cara de almanaque jurídico ni vestir como personaje de novela de Kafka. No, el derecho constitucional a participar lo tiene todo ciudadano o ciudadana que cumpla con los requisitos. Punto. Que se vea mejor que ustedes en cámara no es ilegal, es biología y estilo.
Pero claro, vivimos en un país donde algunos todavía creen que para impartir justicia hay que parecer juez de la Santa Inquisición o tener el carisma de una fotocopia. Porque si tienes conocimientos jurídicos y además luces bien, ya eres “sospechosa”. El sistema no está hecho para mujeres así. Está hecho para las corruptas que ya están saliendo por la puerta de atrás con escándalos y carpetas abiertas, pero esas sí que no les molestan tanto, ¿verdad?
Y lo más irónico: vivimos el primer sexenio con una presidenta mujer, y aún así, las críticas más feroces vienen de otras mujeres. ¿Qué clase de patriarcado internalizado se necesita para atacar a alguien solo porque no cumple con el molde rancio de lo que creen que debe ser una funcionaria judicial? Lo que les duele no es que suba fotos. Lo que les duele es que lo que dice en sus publicaciones tiene más coherencia jurídica que sus años de pseudo militancia institucional.
A los demás aspirantes, que tiemblan no porque ella sea bonita sino porque les rebasa con argumentos, les diría: prepárense. Porque la inteligencia no tiene arrugas, la elegancia no está reñida con la ley, y la toga no discrimina cuerpos, ni voces, ni rostros.
Si vamos a aspirar a una justicia real, dejemos atrás los prejuicios del siglo pasado. Juzgar a una mujer por su cuerpo y no por su mente no es solo un acto de misoginia: es una confesión de mediocridad.
Así que sí, les arde. Y les va a seguir ardiendo. Porque esta vez, el futuro de la judicatura quizá venga en tacones… pero también con doctrina, jurisprudencia y un CV que no necesita Photoshop.
Imagen utilizada para ejemplificar el artículo, todos los derechos son de sus creadores originales.
Jaque Mate

Leave a Reply