Cansado de Cansar: Crónica de un Optimista Excesivo y Otras Tragedias ©

Por huggo romerom™

Hay días en que uno se levanta con más ganas de pedir perdón por existir que de desayunar. No es drama, es constancia. Porque hay un punto, no sé si te ha pasado, en el que ya no estás cansado de los demás… estás cansado de cansar a los demás. De ser ese tipo incómodo, incómodamente auténtico, optimista sin receta médica, resistente como cucaracha de vecindad ante sueños imposibles. Un espécimen raro que sigue creyendo que el bien existe, que las cosas se pueden lograr, que no todo está perdido aunque claramente todo parezca estarlo.

Y claro, cansas. ¿Cómo no? Si estás diseñado para resistir en un mundo hecho para rendirse. Para soñar donde todos duermen con pastillas. Para creer donde todos rezan resignados. Para amar como idiota donde todos facturan con frialdad.

Uno no nace para caerle bien a todo el mundo, pero cuando tampoco le caes bien a ti mismo, ya valió. Porque esa vocecita que te acompañaba con entusiasmo a seguir siendo tú —con toda tu intensidad, tu incorrección emocional, tus ideales pasados de moda y tu manera absurda de aferrarte a lo improbable— empieza a bostezar cuando hablas, a poner los ojos en blanco cuando sueñas, y hasta a silenciarte con desgano como si fueras un WhatsApp de ex.

¿Y sabes qué es lo peor? Que si decidieras dejar de ser tú —ser como la mayoría: medio correcto, medio corrupto, medio todo— la vida sería más fácil. Te lo aseguro. Podrías tener amigos de plástico, amor sin profundidad, éxito sin ética. Podrías dormir tranquilo entre mentiras suaves y sonrisas de cortesía.

Pero no puedes. Simplemente no puedes.

Y eso cansa. No te imaginas cuánto cansa. Cansa tener principios cuando los atajos abundan. Cansa tener visión cuando todos solo quieren Wi-Fi. Cansa tener convicciones cuando los demás viven de conveniencias.

Por eso a veces pienso que merezco la soledad. No como castigo, sino como regalo. Para dejar de molestar, de irritar, de incomodar con mi presencia que no cabe en esta época de ausencias funcionales. Para que la única víctima de mi intensidad sea el tipo que veo en el espejo. Él ya está acostumbrado.

Quisiera dormir, sí, pero no porque tenga sueño. Quisiera dormir cansado, como dice la canción, y no despertar jamás, no por muerte, sino por tregua. Una tregua conmigo, con esta necesidad absurda de seguir siendo distinto en un mundo que aplaude la copia.

He tomado malas decisiones. Muchas. Otras solo fueron ingenuas, y unas pocas buenas que apenas sirven para justificar mi existencia en este planeta sarcásticamente mal diseñado.

Pero aquí sigo, cansado de cansar, con este entusiasmo quebrado, esta fe parcheada y esta sonrisa que ya no engaña a nadie. A veces, solo a mí mismo. Y aun así, me da coraje no poder ser de otra forma. Porque si pudiera… créeme que ya lo habría hecho.

Pero no puedo.

Y eso, queridas y queridos, también cansa.

Tal vez se bueno empezar de cero donde nadie me conozca, gente que no esté cansada de mí, y sé que a donde vaya cansaré a otros que no me conozcan. Y el cuento empezará again, hasta que llegue alguien que me canse a mí, entonces, yo me callaré y ya me quedaré callado (exactamente como la canción de seré)

Jaque Mate.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *