
‘A LA PRIMA SE LE…QUIERE Y… SE LE ESTIMA’ AJUUAA…
En Nuevo León Todos Somos Parientes: Un Estudio Sociológico No Científico, Pero Muy Certero, el que no es ‘Primo’, es ‘Compadre’ y ya muy reciente empezó la avalancha de ‘Tíos y Tías’ (raza sénior)
Si hay algo que nos distingue a los regios, además del cabrito, la carne asada y el acento con sabor a chicharrón en salsa verde, es nuestra peculiar red de parentescos. Aquí, el que no es primo, es compadre; y si no es compadre, pues es el novio de la prima de un compadre y con eso basta para invitarlo a la carnita asada del domingo. Porque en estas tierras, los lazos de sangre, de amistad y de conveniencia se tejen con una maestría que haría llorar de emoción a cualquier genealogista.
Desde pequeños nos enseñan la regla de oro: “A la prima se le quiere… y se le estima” (guiño, guiño), porque en estas latitudes la consanguinidad y el afecto a veces se confunden más que un regio en la CDMX pidiendo una orden de “barbacoa” esperando cabrito. Y ni hablar de los compadres, que por decreto social tienen la obligación moral de respaldarse en las buenas, en las malas y en las que se ponen buenas. Porque compadre que no le ayuda a la comadre, no merece llamarse compadre, y eso es una ley tan sagrada como el respeto al asado de cebolla y el guacamole sin jitomate.
Pero la magia del regio no radica solo en sus conexiones sanguíneas o sacramentales, sino en su habilidad para extender el árbol genealógico hasta donde le convenga. “Ese es mi tío”, dice uno señalando al señor del taller mecánico que le arregló el carro más barato. “Mi hermano”, dice otro para referirse al camarada con el que se empedó una vez en un bautizo. “Mi suegro”, dice aquel que apenas está en su segunda cita, pero ya anda pidiendo permiso para llevarse a la novia al OXXO. Aquí, el parentesco no es un tema biológico, sino un estado mental.
El tema se complica cuando la estructura familiar se expande al ámbito sentimental. Todos tenemos un amigo que se hizo novio de la ex de su primo, pero como eran compadres, pues todo quedó en familia. O aquella historia de terror en la que alguien descubrió en plena boda que la novia era prima lejana de la abuelita del padrino. Porque sí, en Nuevo León la frase “el mundo es un pañuelo” se toma demasiado en serio. Y mejor ni mencionar los casos en los que el noviazgo se vuelve un enredo digno de telenovela de Televisa, con tramas tan complejas que harían palidecer a los guionistas de Game of Thrones.
Pero no nos confundamos, esto no es un defecto, es nuestra identidad. Ser regio es entender que las relaciones humanas son una mezcla de afecto, conveniencia y tradiciones transmitidas con orgullo. Es saber que al final del día, cuando alguien grita “primo”, al menos cinco personas voltean a ver. Es vivir con la certeza de que en cualquier reunión siempre habrá un compadre dispuesto a prestarte lana, un tío que te regañe y una abuela que asegure que todos son familia “porque así lo quiso Dios”.
Así que si un foráneo llega a Monterrey y se siente perdido, lo mejor que puede hacer es hacerse amigo de un regio. Porque tarde o temprano, alguien le dirá “no te preocupes, primo, aquí te acomodamos”. Y es ahí donde entenderá que en Nuevo León, la familia no se elige… se hereda, se adapta y, sobre todo, se extiende.
¿Verdad que si Tío Mauricio? y el ‘Gober’ que es compadre de Musk por pasear en helicóptero, son ejemplos muy nuevos de una tradición que empezó antes de la cervecería y fundidora Ajuuua…
“Porque yo soy la comadre del compadre, de la hermana de la esposa del gobernador; y también soy la cuñada de un amigo, del novio de la criada de mi general”
*Imagen utilizada solamente como ilustración del artículo; extracto de la canción “La influyente usada solo como ejemplo del artículo”; todos los derechos son de sus creadores origínales.

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