“Justicia Instantánea vs Contratos Fantasma: El Espejismo Jurídico de la Deuda Perpetua” ©

(Para Deudores del extinto ‘Banco Transa’ primero mueblería, y ‘Banco Maya’ de ‘Salitrosa Hoja grande de papel plegada’ tribu rival de los aztecas)

Por huggo romerom™

La justicia, en su más pura concepción filosófica, debe ser el equilibrio entre lo que se da y lo que se recibe. Es el punto medio entre el caos de la voluntad unilateral y la opresión del poder sin límite. Pero cuando el derecho se aleja de la justicia, surge la tiranía del contrato invisible: ese que nadie firma con plena conciencia, pero que se impone con toda la fuerza de la maquinaria financiera.

Los llamados “contratos instantáneos” —esos acuerdos de adhesión efímeros, de uso y desecho, que se presentan en una pantalla, se aceptan con un clic y jamás se vuelven a ver— son el epítome moderno de la injusticia digital. En ellos no hay diálogo, voluntad real ni conocimiento pleno de las condiciones. Son estructuras jurídicas fantasmas, diseñadas para parecer legal, pero sin el consentimiento informado que exige cualquier vínculo legítimo.

En este tipo de contratos, el deudor no es más que una víctima de su necesidad, atrapado en un círculo perverso de anatocismo (interés sobre interés) y usura desmedida. La deuda, en estos casos, no se basa en un contrato válido, sino en una creencia inducida: el temor infundado de que hay algo que pagar, aun cuando jamás se ha mostrado un documento firmado que respalde tal obligación.

Y es aquí donde la justicia, entendida como armonía entre la ley y la razón, debe levantar su voz. Porque ningún principio jurídico válido puede sostener una obligación nacida de la opacidad, de la falta de voluntad real o del abuso de poder informático. Lo que corresponde pagar, en justicia, es el préstamo real —si es que lo hubo— y un interés comercial razonable, nunca una deuda multiplicada hasta el infinito por cláusulas que nadie negoció.

El abuso jurídico disfrazado de legalidad ha convertido la deuda en un castigo eterno. El supuesto deudor vive pagando algo inexistente, no por contrato, sino por coacción moral y amenazas disfrazadas de términos legales.

Pero el derecho no puede ser una trampa. Y cualquier contrato, por más tecnológico que sea, si nace de la desproporción y la falta de transparencia, debe ser anulado, como lo dictan los principios más elementales del derecho civil y de la justicia con mayúscula.

Hoy, la lucha no es contra la deuda legítima, sino contra el espejismo del contrato que no existe. Contra la tiranía del “use y borre” que convierte a millones en esclavos voluntarios de un sistema donde el dinero se presta por necesidad, pero se cobra con crueldad.

Imagen creada y usada exclusivamente mediante IA para ejemplificar el artículo; Todos los derechos si existen son del autor de este artículo

Jaque Mate.

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