Eleazar Fuentes Gutiérrez
Hace poco, hablando con una tía que vive en el municipio de Doctor Arroyo, Nuevo León —de donde son mis padres y abuelos—, me dijo algo que no he podido sacarme de la cabeza: “Sí hay clínica… pero casi nunca hay doctor, y cuando llega, no trae medicinas”. Y si alguien se enferma de gravedad, lo más cercano es ir hasta Matehuala, San Luis Potosí, donde casi siempre hay médicos generales, pero pocas veces especialistas. En casos urgentes, esas horas de traslado pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Y es que, aunque México tiene un sistema de salud amplio, con instituciones como el IMSS, el ISSSTE y ahora el IMSS-Bienestar para quienes no cuentan con seguridad social formal, aún hay regiones del país —sobre todo las más alejadas— donde el acceso a servicios de salud sigue siendo limitado. No se trata solo de tener un edificio con un letrero que diga “clínica”. Se trata de que haya personal, medicamentos, atención oportuna y, sobre todo, humanidad en el trato.
También es cierto que hay avances. Conozco médicos y enfermeras que lo dan todo, aún en condiciones complicadas. He visto cómo algunas comunidades se organizan para apoyar al personal de salud cuando llega, y cómo los programas de gobierno intentan mejorar la cobertura, aunque muchas veces topan con retos logísticos, falta de recursos o simplemente con la lejanía geográfica.
No escribo esto para señalar culpables. Sé que el gobierno, tanto federal como estatal, han hecho esfuerzos. El cambio hacia IMSS-Bienestar, por ejemplo, busca mejorar la atención médica para quienes no están afiliados a otras instituciones. Es un paso en el camino correcto, aunque requiere continuidad, seguimiento y, sobre todo, escuchar a las comunidades. Porque nadie conoce mejor los problemas que quienes los viven a diario.
El sur de Nuevo León, como muchas otras regiones rurales del país, merece servicios de salud dignos, completos y humanos. No por caridad, sino por justicia. Porque no importa si alguien vive en una ciudad o en un rancho de Doctor Arroyo: la vida y la salud valen lo mismo en cualquier parte del territorio.
La salud pública en México es un derecho, no un privilegio. Y si queremos que ese derecho se cumpla en cada rincón del país, debemos seguir apostando por una política cercana a la gente, con decisiones que nazcan desde abajo, desde las comunidades, y no solo desde los escritorios.
Ojalá pronto llegue el día en que mi tía, y todas las familias del sur de NL y de todo el país, puedan acudir a su clínica con la certeza de que ahí habrá respuesta. Ese día, sin duda, estaremos más cerca del México justo y humano que tanto soñamos.
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