¿Qué se siente hacer  ‘Leña del Árbol Caído’?©

Por huggo romerom™

Están lo suficientemente satisfechos de perjudicar dos personas con las que no tenían nada que ver; esas personas jamás dañaron a sus detractores ¿Quién les dio el derecho de juzgar?

Introducción:

https://as.com/tikitakas/virales/primeras-imagenes-de-kristin-cabot-la-ejecutiva-de-astronomer-pillada-siendo-infiel-con-el-ceo-andy-cabot-en-el-concierto-de-coldplay-n

Evangelio de Juan, capítulo 8, versículos 3 al 11. 

  • Los “Creadores de contenido de las redes sociales”  presentan a Jesús una mujer  y un  hombre sorprendidos en adulterio (en un concierto; no comprobado el adulterio), con la intención de ponerlo a prueba y acusarlo. 
  • Le preguntan a Jesús qué debe hacerse con ella, de acuerdo con la ley de Moisés, que ordenaba apedrear a los adúlteros. (aunque ellos ya han dado su veredicto) Con la envidia en sus intenciones, hacer viral un momento privado.
  • Jesús, en lugar de condenarla, se agacha y escribe en el suelo. 
  • Luego, desafía a quienes la acusan, diciendo: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Ahh Caray a correr todos …
  • Los acusadores, sintiéndose culpables, se retiran uno a uno… aunque ya perjudicaron la vida de 2 personas  
  • Jesús, al quedar solo con la mujer, le pregunta si nadie la ha condenado, y al responder ella que no, le dice: “Tampoco yo te condeno. Vete, y no peques más” Estoy de Acuerdo con Jesús.

Poco más o menos esto fue lo que sucedió hace unas semanas;

‘Concierto de Coldplay, moralistas de clóset y el precio de vivir como quieres’

La moral pública no se mide con la entrada a un concierto. Se mide con la podredumbre que muchos esconden bajo su voz aguda de inquisidor moderno, esos que no pueden ver feliz a nadie sin correr a colgarlo en la plaza pública, solo porque ellos viven encadenados al “qué dirán”. Esta es la historia de dos personas a quienes les jodieron la vida —literalmente— solo por haber ido a ver a Coldplay. No por robar, no por dañar a terceros, no por infringir la ley. No. Solo por ser libres.

En este país —y en buena parte del mundo— la libertad sigue siendo un delito. No el legal, sino el social, el que juzga sin derecho de audiencia, sin pruebas, sin contexto. El que condena desde un celular y a punta de tweets con olor a miseria emocional. Y no, esto no es sobre Coldplay. Esto es sobre los cobardes que se disfrazan de moralistas para no confesar que les duele no tener el valor de hacer lo que quieren.

Falsos jueces: verdugos frustrados con internet

La historia jurídica reconoce a la moral como fuente indirecta del Derecho. Pero ojo: no toda moral. Solo aquella que ha superado el tamiz de la racionalidad, la ética y el respeto a la libertad ajena. No la moral podrida de quienes se excitan linchando a otros desde el anonimato. No la doble moral de quienes condenan por ir a un concierto, pero meten mano a su sobrina, se masturban con pornografía enferma o golpean a su esposa en silencio.

No se equivoquen: no estamos hablando de libertad sin límites. Hay una línea entre la libertad y el libertinaje, pero esa línea no se traza en los boletos de un concierto ni en el color de un vestido. Se traza en el daño a terceros. Si no hubo daño, no hay crimen. Pero la frustración personal, la envidia contenida, el odio a lo que no pueden tener ni ser… esos sí son crímenes. Crímenes morales, de alma, de espíritu y de cobardía.

El derecho a no pedir permiso

En los principios de la filosofía del Derecho —desde Kant hasta Dworkin— hay algo claro: la dignidad del ser humano está en su capacidad de decidir por sí mismo, sin ser tratado como medio para fines ajenos. ¿Qué hicieron estas dos personas? Ejercieron su derecho. A estar donde quieren, con quien quieren. A vivir su experiencia sin pedirle permiso a nadie. ¿Y qué hicieron los demás? Los apedrearon simbólicamente porque no soportan ver a alguien libre cuando ellos no lo son.

Porque la mayoría no vive su vida. Solo la actúa. Como un guion mal escrito que alguien más dictó. “Cásate, ten hijos, trabaja en algo que odies pero sea respetable”. Y cuando alguien se sale del molde, lo odian. Porque les recuerda que se traicionaron. Y que su moral no es ética, ni religiosa, ni jurídica. Es solo represión disfrazada de virtud.

¿Y ahora qué?

Ahora esas dos personas cargarán con un estigma que no merecen. Sus vidas fueron vueltas pedazos por la opinión pública, no por un juez. No hubo juicio justo. Solo circo, morbo y sadismo disfrazado de justicia popular.

A esos que los juzgaron, solo queda decirles: su moral vale lo que una entrada falsa de reventa. Barata, hipócrita y corrupta.

Ustedes no castigan el pecado, castigan el deseo ajeno porque el suyo es tan enfermo que no lo pueden mostrar sin ir presos. Ustedes no defienden valores, defienden su cárcel interna. Y se atreven a lapidar al que se atrevió a vivir.

Por eso, esta no es una defensa a un acto banal. Es una condena al linchamiento moral, ese que sí mata, que sí arruina vidas, y que además, no tiene castigo legal.

Pero debería.

Conclusión:

A ustedes, inquisidores modernos, les tengo una mala noticia: ya están desenmascarados. No son custodios de la moral. Son simples voyeristas emocionales que gozan destruyendo lo que no entienden, lo que no tienen y lo que jamás tendrán: libertad. Ustedes no son guardianes de valores. Son cobardes en cadena perpetua dentro de sus propias frustraciones.

Se revuelcan en la envidia, en el deseo reprimido, en la necesidad de ver a otros caer porque su mediocridad no les permite levantarse. Se masturban mentalmente con el escarnio ajeno porque eso es lo más cerca que estarán jamás del placer genuino. Ustedes no reprueban el acto: reprueban no haber sido ellos los que lo vivieron.

Ustedes no juzgan con moral, lo hacen con hambre. Hambre de control, de poder sobre otros, porque no tienen ni un gramo de control sobre sus propias vidas miserables. Se esconden en la masa porque solos no valen ni lo que gritan.

Así que mírense bien en este texto. Este es su reflejo. Este artículo es ese espejo que siempre evitan. Y aunque lo rompan, ya no hay vuelta atrás: están identificados, exhibidos y señalados.

Y la vergüenza —si es que aún tienen alma— ya no es de los que fueron libres una noche en un concierto. Es de ustedes, falsos jueces, enfermos del alma, represores de bolsillo y verdugos de lo que nunca podrán ser.

Jaque Mate.

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