Por Huggo Romerom™

Las redes sociales han tocado techo. La promesa de ser plataformas de conexión, aprendizaje e innovación se ha diluido en un océano de algoritmos complacientes, Influencers de corta duración y contenido predecible. El caso más evidente: Linkedin, esa supuesta red profesional que, en lugar de evolucionar como un faro para el pensamiento empresarial, ha retrocedido décadas hasta convertirse en una pasarela de imagen y ego.
Hoy, Linkedin se parece más a un catálogo publicitario de los años 70 y 80 que a un ecosistema de emprendedores y líderes de negocio. Las publicaciones están plagadas de modelos disfrazados de “profesionales”, vendiendo imagen con la fórmula más antigua del marketing: enseñar piel para ganar likes. Eso, en una red que presume ser de negocios, es irónicamente patético.
Pero el problema no termina ahí. Nos enfrentamos a una repetición enfermiza de ideas: todos hablan de “liderazgo”, “marca personal”, “zona de confort”, “éxito”, “propósito”, “inteligencia emocional” y “resiliencia”… como si estuviéramos atrapados en un loop eterno de charlas TED de segunda mano. Los gurús y coaches se reproducen como hongos después de la lluvia, vendiendo cursos y frases motivacionales que podrían salir de una galleta de la suerte. ¿Quién lo valida? Nadie. ¿A quién engañan? A todos los que aún creen que “emprender” es vender humo con sonrisa de stock photo.
Linkedin también ha mutado en un espacio de chismes disfrazados de reflexiones empresariales, donde las anécdotas personales irrelevantes se editan como si fueran casos de Harvard Business Review. El muro está lleno de personas compartiendo sus traumas de infancia para luego vincularlos con “cómo aprendí a liderar mi equipo de ventas”. No, no todo lo personal es público. No todo lo emocional es empresarial. Y no, no todos necesitamos saber cuántas veces lloraste antes de conseguir un ascenso.
La red ha degenerado en una tribuna de falsa moral, donde la crítica se disfraza de opinión y la envidia se maquilla de activismo. Se castiga al éxito ajeno con palabrería inclusiva y se lapida a quien no se ajusta a la narrativa de moda. En nombre de la autenticidad, se ha abierto la puerta al escarnio digital. Hoy más que nunca, Linkedin es el espejo donde todos lanzan piedras, esperando que se rompa el reflejo que más les incomoda: el de su mediocridad.
Y esto no es exclusivo de Linkedin. Las redes sociales en general han entrado en un letargo creativo. Incluso los youtubers políticos nacidos en 2018, que un día fueron disruptivos, hoy parecen atrapados en un trance de silencio o repiten las mismas denuncias, pero ahora con menos pasión. ¿A quién destruir ahora que los viejos corruptos están vencidos o se han reciclado como esbirros del sistema?
Las redes sociales son la nueva televisión: más publicidad que contenido. Y lo poco que queda de contenido es más repetitivo que el burbujeo del bicarbonato. Si el formato no se reinventa —y pronto—, todo esto morirá por inanición. No por censura, ni por saturación: morirá por aburrimiento.
Conclusión:
El modelo actual está agotado. Mostrar imagen ya no impresiona. Hablar de liderazgo sin sustancia ya no inspira. Y vender cursos sin experiencia real ya no convence. Las redes deben renovarse o morir. Porque si seguimos repitiendo lo mismo con diferente filtro, el algoritmo no será el problema… el problema será que dejamos de pensar.
Imagen utilizada solo como ejemplo del artículo, todos los derechos son de sus creadores originales.
Jaque Mate.

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