Apuntes desde el suelo
Dr. Lenin Torres Antonio
La decadencia del sistema de partidos políticos en México forma parte del retroceso democrático que actualmente vive el mundo. Desde la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS —antesala de la desaparición de las ideologías— el debate político se ha desplazado hacia una pragmática maliciosa, que pretende mantener vigente, al menos en apariencia, la bifurcación ideológica entre izquierda y derecha. En la práctica, sin embargo, la ideología y la política han sido absorbidas por la economía y sus leyes inmorales y deshumanizantes.
Incapaces de suplir el debate ideológico entre izquierda y derecha, se ha intentado, infructuosamente y por la fuerza, reinstalar esa disyuntiva. En la última década, hemos presenciado los últimos estertores de la izquierda como posición política. Los partidos que se autodenominan de izquierda se mantienen más como eslóganes que como verdaderas alternativas político-económicas, apelando al humanismo y a movimientos progresistas anti-esnobistas. Por su parte, la derecha, desde la caída del marxismo-leninismo, se sostiene en una falaz “petición de principio”: la economía democrática no existe como tal. La verdadera política es la economía desideologizada, in situ, específicamente el neoliberalismo. Así, lo impensable ocurrió: la China comunista de Mao se convirtió en una poderosa economía capitalista “comunista”, donde el poder político y económico se concentra en un solo partido que supuestamente representa a todos los sectores de la sociedad. O bien, observamos cómo, en la guerra geopolítica entre Rusia y Ucrania, soldados rusos enarbolan tanto la bandera nacional como la de la extinta Unión Soviética —la hoz y el martillo— apelando a un “glorioso pasado” en el que el socialismo soviético era la alternativa geopolítica al capitalismo estadounidense.
A pesar de que todas las expresiones políticas en el mundo obedecen al lugar común de la economía capitalista, los grupos que aspiran al poder público siguen presentándose como de izquierda, derecha, progresistas o socialdemócratas, sin detenerse a contemplar el vacío de sus propias utopías. La derecha defiende un supuesto modelo democrático de libertades frente a los modelos progresistas estatistas y populistas, que el esquizoide presidente argentino Javier Milei despectivamente llama “zurdos de mierda”. Aunque su “motosierra” naufraga en el intento de demostrar que existe un mercado social capaz de resolver por sí solo los problemas de pobreza y exclusión, recientemente tuvo que rogarle al principal causante del retroceso civilizatorio y la caída de la Ilustración, Donald Trump, más dólares para mantener la liquidez y conservar el poder político. Por su parte, la supuesta izquierda cobra con la derecha y dice defender a los pobres de los libertarios, aunque su bienestar sigue dependiendo de los índices bursátiles y del mercado especulador, controlado por una pequeña minoría: la clase económica.
México sufre las mismas contradicciones, confusiones, engaños y malestar. Además, la sofisticación del marketing político revela lo primitivo del sistema de partidos, con discursos redundantes y narrativas trasnochadas de izquierda y derecha, o relevos pragmáticos que solo aluden a causas maquilladas para aparentar que se hace algo por las mayorías.
Qué decir de la caída de los otrora poderosos partidos PRI y PAN, que durante las últimas cuatro décadas —desde los años noventa— se alternaban el poder público para simular una democracia funcional. El PRI, con su muerte anunciada desde la migración de su estructura partidista a las filas morenistas tras la llegada del obradorismo al poder, solo deja el tufo de algunos spots publicitarios que afirman que “sabe gobernar”, o mejor dicho, “sabe gobernar robando”. Su narrativa se reduce al voluntarismo negacionista de su extinción, con su líder máximo, Alito, repitiendo sin cesar: “echado para adelante”.
El PAN, al evidenciar que era lo mismo que el PRI y no una verdadera oposición ni alternativa para México —como lo demuestran sus dos fracasados gobiernos federales, el del impresentable Vicente Fox y el del diminuto y peligroso ladrón Felipe Calderón— va, al igual que el PRI, hacia su extinción. Hoy intenta atraer la atención electoral negando su origen y alianza con el PRI, sin darse cuenta de que la sociedad mexicana no olvida ni sufre de amnesia.
De MORENA y su intento de representar el verdadero cambio —con los mismos actores, pero bajo una estructura priista morenizada— se requiere un texto aparte para explayarse. Es necesario explicar el reto que enfrenta para no traicionar el legado histórico heredado de AMLO, y la urgente necesidad de acompañar, con hechos, la consolidación de la Cuarta Transformación junto a la actual presidenta de México, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo. El reto mayúsculo consiste en crear una democracia económica que se diferencie de lo que hasta ahora hemos visto, donde los grandes beneficiarios del relevo en el poder público siguen siendo, principalmente, la élite económica mexicana.
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