El Tiempo Suspendido: El Regreso de un Hombre a Sí Mismo ©

Por huggo romerom™

A los 28 años pausé mi vida.

No fue una renuncia, tampoco una rendición. Fue una decisión consciente, quirúrgicamente emocional y científicamente inexplicable. Dejé en suspensión mis sueños, mis metas, mis pasiones. Quedaron ahí, como muestras perfectamente conservadas en el nitrógeno líquido del alma, esperando que  la temperatura adecuada del destino las hiciera volver a latir.

Durante 34 años viví una vida paralela. Una existencia alterna, rica en matices, errores, aciertos, pérdidas y descubrimientos. Como si el universo me hubiese permitido explorar una bifurcación del tiempo sin perder el hilo del camino original. Y hoy, por razones que desafían la lógica lineal del calendario, he despertado. No con nostalgia, sino con hambre. No con remordimientos, sino con determinación.

He vuelto al punto donde me detuve. Y no estoy solo.

Regresé acompañado por la experiencia, la resiliencia y una voluntad que ha pasado por los hornos del dolor y las delicias del amor. Soy el mismo que pausó la vida a los 28, pero ahora con la capacidad neurocientífica de entender por qué algunos sueños no se cumplen a los veinte… sino después de los sesenta.

Este renacimiento —porque es un renacimiento— no es una revancha, sino una reactivación. Como esos proyectos que quedaron escritos en la mente, completos en diseño pero vírgenes en ejecución. Es hora de darles forma, materia y movimiento. Las ideas no caducan; se transforman. Y muchas de las mías, tan viejas como la primera vez que soñé en grande, siguen intactas en su pureza, pero ahora bañadas en realismo y estrategia.

Buscaré también a los personajes de aquella época. Algunos, con fortuna, aún estarán aquí. Hay historias que no murieron, simplemente fueron puestas en pausa, como un libro marcado con una flor seca entre las páginas. Historias inconclusas que, quizás, merecen un epílogo feliz. No por capricho, sino porque el corazón también tiene cuentas pendientes que solo el alma madura puede saldar.

He vuelto a mi adicción: el riesgo total.

Ese vértigo delicioso de emprender, de apostarlo todo, de vivir en la cuerda floja entre el fracaso y la gloria. No me interesa lo mediocre ni lo seguro. Vine por todo. Porque esta vez, lo hago sabiendo que no hay segundas pausas. Y porque entiendo —como lo dijo Pascal— que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”, pero la razón, si se educa, puede ser el mejor aliado del corazón en la travesía.

He regresado a esa vida criopreservada, detenida como un suspiro que no se exhaló. Y esta vez, juro por todo lo que soy y lo que aún no he sido, que voy a realizar cada uno de mis sueños. No porque deba, sino porque puedo. No porque el tiempo lo permita, sino porque el alma lo exige.

Estoy de regreso.

Y ahora, sí voy a terminar esta historia como se debe: con grandeza, con amor, con pasión… y con un aplauso de pie desde el destino.

Jaque Mate.

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