La rebelión de la clase económica, el fundamentalismo neoliberal y el falso debate de la libertad

Apuntes desde el suelo
Dr. Lenin Torres Antonio

Expectantes esperábamos que se formularan los decretos de las bravuconadas del nuevo jefe del despacho Oval de la Casa Blanca, el junior Donald Trump, venido a superhéroe, quien pretende rescatar la “grandeza perdida” del otrora imperio de los EEUU. Ya en su discurso de toma de posesión delineaba más organizado las acciones que emprenderá para rescatar la economía endeble del imperio Yanqui, la descomposición social de su pueblo, la decadencia de su clase política fortificada por siglos, y principalmente, buscar con sus acciones enfrentar la emergencia de nuevos poderes reales, como lo son la Rusia de Putin y la China de Xi Jinping.

Muchos vemos, más que como alarde de poder y superioridad, las acciones de violencia política de Trump en su segundo mandato como presidente de los EEUU, un síntoma de decadencia y debilidad, pues la otrora fabrica del mundo, ahora venida tan solo productora de un mundo virtual demasiado irreal y administradora de indicadores bursátiles que de la noche a la mañana desaparecen riquezas, y que con sus decretos de aumento de aranceles a todo aquel país que tenga superávit comercial con los EEUU, intenta “recuperar” el mercado global a golpe de aranceles y restricciones. Así mismo, vemos cómo la otrora cuna de la emigración y cosmopolita, ahora con su retrograda política migratoria, echar a patadas a quienes le hacían el trabajo de menor calidad y quienes forjaron realmente el sueño americano.

Las torpes acciones políticas de Trump aluden abiertamente a un intento de delatar el fin de una era, pensando que su discurso alude al fin de la cultura WOKE, o sea, los movimientos progresistas de izquierda, las reivindicaciones de género, la defensa de los derechos humanos, la lucha contra el racismo, o bien, a todo lo que apunte a mostrar que el mundo humano es diverso y diferente. En contraparte trata de vender que la orientación histórica tiene que ver con la libertad, el neoliberalismo, la democracia y la idea de una hombre universal binario, sin raza ni ideología.

Esta supuesta ruptura histórica tiene modelos endebles y absurdos, como hacia dónde debe apuntar la política y el relevo de vieja clase política, a quien se le acusa de obsolescencia y decadencia, pues no pudo entender los nuevos tiempos y administraron mal las riquezas de los poco ricos del mundo, principalmente las de los EE.UU., y que son los supuestos responsables de la crisis del imperio norteamericano.

El falso debate apunta a que la causa de la crisis del capitalismo neoliberal es producto de la cultura WOKE y de la vieja clase política que se sometió o titubeó con la América Profunda, a quien Trump acusa de coartar la libertad, de la llegada de una nueva clase política que sustituyera a la vieja clase política, y de utilizar las redes sociales para coartar “la libertad”, una libertad que apunta tan sólo a la uniformidad del pensamiento que debe ser neoliberal y no a la diversidad y pluralidad del pensamiento, razas, ideologías e incluso psicologías. No se dan cuenta que no pueden hablar de libertad verdadera excluyendo otras expresiones y posiciones humanas.

En su desesperación, el imperio Yanqui de estar al borde de la quiebra económica y política, trata de vender un falso debate de la libertad que no apunta ni roza el verdadero debate de la desigualdad social y económica, y la concentración de las riquezas en manos de unos cuantos países y en cada país en manos de unas cuantas familias aristocráticas. La verdadera dirección de esa supuesta ruptura histórica que apunta el trumpismo es la llegada y construcción de la clase económica empresarial al poder político, y los nuevos zares de la comunicación virtual.

Pero hay todo un debate al que debemos entrar, un análisis más detallado a la que debemos llegar. Tan sólo desde aquí me atrevo a afirmar que el mundo se enfrenta a un reacomodo no tan sólo político y económico, pensando en el empuje que han hecho hacia esa dirección Rusia y China, hacia un mundo multipolar, y el fin de un solo imperio occidental encabezado por los EE.UU. y sus acólitos Inglaterra, Francia, Alemania, Japón, Italia e Israel, sino el intento de desaparecer el verdadero debate de la desigualdad social por un falso debate de la libertad desde una renovada narrativa neoliberal, pensando que la vigencia de las ideas de la ilustración pueden ser rescatadas y ser usadas, como lo han hecho, para encubrir el sistema de explotación y dominio, y la concentración de la riquezas en las manos de unos cuantos países del mundo, mientras que el resto de los países continúan sometiéndolos a un espejismo democrático falso.

La rebelión de la clase empresarial y el fundamentalismo neoliberal

Se pensó que el mercado y el capital debían operar independiente de la política Eclipsados hemos insistido que la política con su estado democrático ilustrado y el capitalismo pueden constituir un maridaje para la evolución positiva del hombre, aunque hoy a punto de extinguirse las luces de la ilustración, hay mandatarios como el presidente de Argentina, Milei, que es puesto como un ejemplo de cómo apretando el bolsillo del pueblo, restringiendo alcances sociales, y cumpliéndole al FMI, es la fórmula de cómo se puede bajar la inflación, echándole la culpa del fracaso de la Argentina a la cultura WOKE y no al sistema económico capitalista que ha permitido la concentración de la riquezas en manos de unos cuantos, pese al fracaso de ese sistema económico y político neoliberal, que después de la caída del Muro de Berlín y la extinción de la URSS quedó a sus anchas para establecer un sofisticado mundo unipolar con los EE. UU. al frente, y un sistema de explotación y dominio, que ha dejado en un mundo rico una cantidad de países donde hay hambre, marginación y desigualdad.

La historia nos ha demostrada que esa narrativa ilustrada sirve para mantener un status quo del predominio de una sola clase social sobre las demás, y que el estado democrático es una utopía que a cada rato es pisoteada por los intereses estrictamente económicos de una clase social, la minúscula élite económica que gobierna al mundo. Sólo así se entiende que paralelamente a las alabanzas a la narrativa ilustrada democrática se imponga “el poder puro” de unos cuantos a nivel mundial y local, mismos que insisten en una narrativa política ilustrada cuando en el fondo sólo les interesa el control de la economía.

La principal fortaleza del imperio occidental encabezado por los EEUU ha sido el control del mercado y la economía, y que ahora está en riesgo por el enfrentamiento que tiene con Rusia y China. No es casual que en Ucrania se esté librando “la madre de todas las batallas”, y no por la libertad de Ucrania, ni por devolverle los territorios ocupados por los eslavos rusos, sino por el predominio económico mundial, quién gane esa batalla será el nuevo amo del mundo, así que los sueños románticos de justicia social, democracia y libertad continuarán pospuestos y creo que nunca se trasladarán a la realidad de facto.

La evolución de la monarquía hacia la democracia no fue un tránsito hacia el gobierno del pueblo, sino un paso necesario para contener a los plebeyos y aparentar dotar a la humanidad de comunión y democracia, la política se convirtió en un terreno de la clase política, y la economía en un terreno exclusivo de una pequeña élite de monárquicos venidos republicanos y demócratas de “dientes para afuera”.

Cuando menos el siglo XIX y XX el contubernio entre la clase política y la clase empresarial o económica funcionó, bien para mantener las riquezas del mundo en las manos exclusivas de la clase económica tanto a nivel mundial como a nivel local, pero la incompetencia de esa clase política, contaminanda por el cultura WOKE y la ideas de la América Profunda a la que alude Trump, que se le encargó montar el escenario teatral democrático para mantener el statu quo y el sistema de explotación virtual-económico que encabeza los EE. UU., y que se lo disputa en la actualidad con los rivales de la euro-asía Rusia y China, han hecho que la minúscula clase económica intente tomar el control de la esfera de la política, situación que magníficamente se percató Angela Merkel, advirtiendo “el riesgo que, desde su punto de vista, representa el papel del dueño de X, Tesla y SpaceX, Elon Musk, en el gobierno de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. (Si una persona como él [Musk] es propietaria del 60% de todos los satélites que orbitan en el espacio, eso debe preocuparnos enormemente, junto con las cuestiones políticas).

Muchos esperan que el empresario Donald Trump, quien encabeza esa rebelión de la élite económica mundial, resuelva la guerra de Ucrania, e incluso, que inaugure una nueva era mundial más sana, pero eso no sucederá, pues Trump está preparando el terreno para el arribo del poder mundial de esa clase económica, manteniendo la narrativa ilustrada democrática occidental como su contenido ideológico. Por eso vemos, como con la “espada desenvainada” Trump comenzó amenazar a los “revoltosos e insurrectos vecinos”, México y Canadá, a quienes acusa del fracaso social interno del problema de las drogas, principalmente el Fentanilo, y la descontrolada migración de centroamericanos y mexicanos en la búsqueda del extinto “sueño americano”, así como del colapso de su mercado interno, provocado realmente por su competencia con China, quien ha mermado su influencia comercial en el mundo. Ahora quiere comenzar con México y Canadá, principalmente, con México, que desde hace 6 años se le rebeló con el triunfo de AMLO y la ratificación del obradorismo con Claudia Sheinbaum, a quien amenaza con cobrar 25% a las importaciones que vengan de tierras mexicanas, e inició la deportación de mexicanos.

La única alternativa que tiene los gobiernos progresistas del mundo es mantener una unidad contra “la nueva esfera de lo público” y el relevo de la vieja casta política por la nueva clase política que son los mismos empresarios, esa pequeña élite económica que detenta más del 50% del PIB del mundo. Tenemos que darnos cuenta que el fundamentalismo trumpiano se dirige hacia un renovado expansionismo, por lo que Trump quiere recuperar la “grandeza de los EE. UU.” a través de la intimidación, el uso de la fuerza, y las amenaza, y particularmente, ve América Latina como su presa fácil, pues sus agentes infiltrados, el conservadurismo latinoamericano, le está haciendo el trabajo sucio y justifica su injerencismo.

El mundo se dirige a conflictos mayores, no por nada, la maquinaria propagandística y mediática sigue justificando el expansionismo de la OTAN por el purito de la LIBERTAD, una libertad que a cada rato termina cuando alguien piensa diferente. Los nuevos héroes de la libertad venidos del nuevo poder mediático virtual, se están involucrando rápidamente en la toma del poder, sin empacho vemos al emigrante Elon Musk apoyar a los ultraconservadores europeos pasearse en los platos del nuevo gobierno de los EE.UU. y fundido con su consanguíneo de ideas racistas, Trump, abrirle el camino a la nueva clase política económica que ya no necesita a la vieja clase política para que le administre el mundo, pues ellos creen que eso ya le corresponde hacerlo, por eso vemos erigir a Milei como el nuevo prócer del neoliberalismo, y a Trump como el nuevo líder mundial.

Casi todos los lideres mundiales, principalmente los europeos y los convertidos al fundamentalismo neoliberal, hasta la bolsa de valores se ha robustecido con los anuncios de Trump, nada de concesión ni perder el tiempo con la cultura WOKE, igualdad de género, igualdad, justicia social, diversidad y pluralidad, ya ni siquiera están obligados a debates académicos e intelectuales con un decreto borró la división sexual en binaria, nada de cambio climático ni energía verdes, ni derechos humanos ni derecho internacional. A ver cómo le van hacer hasta la misma derecha para hablar de política, de dónde se va apoyar, por ejemplo, su acolito conservador Ricardo Anaya en México para hablar de que el mundo se dirige a las energías renovables, y la era del automóvil eléctrico, cuando de un plumazo Trump, su jefe, declaró el uso de las energías fósiles y el fin de la era verde hacia donde se debía dirigir el mundo moderno al poner fin la participación de los EE.UU. del Acuerdo de Paris.

Directo ha sido a lo que se dirige el nuevo imperio de los EE. UU., pues no tiene tiempo, la batalla por el predominio mundial la está perdiendo, y todo apunta a que el adagio de que “no hay imperio que dure mil años”, y le agrego muy a lo mexicano, “y pendejo que lo aguante”.

Podemos ver el fin de un imperio, pero necesitamos garantizar que los espejismos democráticos sean reales.

 

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