La discriminación racial y las secuelas de la esclavitud y el colonialismo siguen destruyendo vidas y mermando oportunidades, impidiendo que miles de millones de personas disfruten plenamente de sus derechos humanos y libertades.
El 21 de marzo de 1960, la policía abrió fuego y mató a 69 personas en una manifestación pacífica contra la ley de pases del apartheid que se practicaba en Sharpeville, Sudáfrica. Al proclamar el Día en 1966, la Asamblea General instó a la comunidad internacional a redoblar sus esfuerzos para eliminar todas las formas de discriminación racial.
La Asamblea General de las Naciones Unidas reitera que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y tienen la capacidad de contribuir de manera constructiva al desarrollo y bienestar de la sociedad. En su resolución más reciente, la Asamblea General también enfatizó que todas las doctrinas de superioridad racial son científicamente falsas, moralmente condenables, socialmente injustas y peligrosas y deben rechazarse, al igual que las teorías con que se pretende determinar la existencia de razas humanas separadas.
El racismo, la xenofobia y la intolerancia son problemas frecuentes en todas las sociedades. Pero todos y cada uno de nosotros jugamos a diario un papel relevante, ya sea contribuyendo en la lucha, o rompiendo los prejuicios raciales y las actitudes intolerantes.
El discurso del odio incita a la violencia y la intolerancia. Lamentablemente, el efecto devastador del odio no es nada nuevo. Sin embargo, su magnitud e impacto se ven ahora amplificados por las nuevas tecnologías de la comunicación.