Por huggo romerom™

Hay quienes dicen que la vida empieza cuando uno quiere. Yo la puse en pausa a los 28…
No fue cobardía, fue confusión… o tal vez una mezcla bien servida de ambas en un vaso sin fondo. Y hoy, mientras miro el calendario sin emoción, me pregunto:
¿Por qué no seguí mis sueños?
¿En qué momento decidí que lo urgente era más importante que lo importante?
¿Por qué me puse en modo avión con la vida?
Quizá porque nadie me esperaba del otro lado de la meta. Quizá porque en el fondo, siempre me sentí solo… y cuando ese sentimiento es el único que se mantiene constante, empieza a parecer compañía.
No le tengo miedo a estar solo. Le tengo miedo a seguir así.
La soledad no me persigue, camina conmigo. Es la única que no se aburre de mis ideas locas, de mis silencios largos o de mi obsesión por arreglar lo que no me corresponde. Mi guerra particular –esa que nadie ve, la que me tatuó por dentro– ya la daba por pérdida. Pero tal vez… solo tal vez… es tiempo de ganarla.
¿Sabes qué quema más que el fracaso?
Esa hambre eterna de éxito personal.
No el que se mide en ceros, followers o portadas. El que se siente cuando te miras al espejo sin necesidad de bajar la mirada. El que vibra cuando haces lo que viniste a hacer. El que tiene nombre y apellido, pero no se compra ni se mide.
El QUAN.
Sí, ese concepto bastardamente romántico que nos metióJerry Maguire.
El todo. El paquete completo.
Amor, respeto, plenitud, una pasión que no traicione, un propósito que te abrace, una persona que se quede cuando apagues la luz.
Nunca alcancé el QUAN.
Siempre me sentí, y me siento, solo.
Pero eso no me quita las ganas.
Eso no me quita la urgencia de ayudar a los demás, aunque eso me pueda costar mi libertad, mi patrimonio, mi estabilidad emocional, mi vida presente.
‘Tal vez trato de ayudar y ganar todas las guerras que veo aun sin ser mías, porque mi guerra particular está perdida’. © huggo romerom™Pero tal vez no lo está.
Tal vez la dejé en “pendientes”.
Tal vez la pausa fue solo un capítulo.
Y este es el reinicio.
Rediseñar la ayuda.
Hacerla masiva, definitiva, colectiva.
No quiero ser mártir, quiero ser útil.
No quiero un altar, quiero una banca donde sentarme con alguien que me diga “yo también estuve ahí”.
Sí, tengo hambre.
De éxito personal.
De plenitud.
De una mirada que no se baje ni se esconda.
De una mano que no suelte la mía en los terremotos emocionales.
Escribir esto no me salva, pero me acerca.
Y si alguien allá afuera está igual de roto, igual de hambriento, igual de cansado… que sepa que no está solo.
Yo también ando buscando el QUAN.
Yo también estoy volviendo a empezar.
A los 28. Aunque tenga 62.
Jaque Mate.

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