La única diferencia entre Gabo y yo ®

Gabo y yo somos prácticamente el mismo tipo de escritor, solo que él tiene un Nobel y yo tengo libros que aún no ven la luz. Pequeño detalle, ¿no? A él lo rodeaban otros escritores; yo, en cambio, me rodeo de lectores, de gente que devora mis historias sin saber que todavía no están publicadas. Pero fuera de eso, estamos hechos del mismo material: hombres, latinoamericanos, con ese toque especial para diseccionar la realidad desde nuestros propios rincones.

Ambos vemos a las mujeres con la misma lupa; no las reducimos a musas ni a trofeos. Para nosotros, son universos que hay que explorar, y no solo en el papel, sino en la vida. Sabemos que el romance no es ese pastelito de amor azucarado que se venden en las películas, sino una batalla, a veces sucia, donde se juega a ganar o a perder el corazón. El sexo, para Gabo y para mí, es mucho más que un recurso literario, es el hilo conductor de una conexión humana esencial, pura, cruda, y sin vergüenzas.

Ah, y si hablamos de géneros, Gabo tenía su “realismo mágico”, esa bella forma de darle a la vida toques de magia en los rincones más mundanos. Yo, por mi parte, escribo con los nudillos ensangrentados, sin filtros, directo a la yugular. Mi género es la literatura urbana, sarcástica e irreverente. Lo que él hacía con una pluma fina, yo lo hago con un bate de béisbol. Pero no te equivoques: al final, ambos hablamos de la misma vida, de los mismos problemas, de las mismas injusticias que siempre acaban jodiendo a los más pobres. No creemos en que la pobreza sea un castigo merecido, sino en que la injusticia es un golpe que debería repartirse mejor, si es que tiene que existir.

Escribimos para todos, sin distinción. A Gabo le dieron medallas y homenajes. Yo aún estoy esperando a que se den cuenta de que lo que escribo es para ellos, para la gente de la calle, los que ven la vida desde el pavimento y no desde las alturas. No pido mucho, solo que me lean con las mismas ganas con las que yo escribo. ¿La única diferencia entre Gabo y yo? Bueno, él tiene el Nobel, pero ¿quién necesita un premio cuando escribes como si te fuera la vida en ello?

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