A propósito de los 1700000 ucranianos muertos.
Apuntes desde el suelo
Dr. Lenin Torres Antonio(9)
En los tiempos tardo-modernos, se ha intensificado el debate sobre la compatibilidad social del modelo económico neoliberal capitalista, el cual promueve una visión del Estado como mero observador del funcionamiento autónomo del libre mercado. Europa, en particular, creyó haber logrado consolidar y demostrar dicha compatibilidad entre la economía capitalista y el Estado de bienestar, introduciendo no solo la idea de un Estado social, sino también la de un mercado social. Orgullosa, la Comunidad Europea mostró al mundo que era posible vivir bajo las reglas individualistas del capitalismo, al tiempo que se garantizaba el bienestar de los ciudadanos, diferenciándose así de los Estados Unidos.
Sin embargo, hace apenas unos días, el primer ministro alemán Friedrich Merz declaró que “el Estado de bienestar alemán ya no es financieramente viable” y que es necesario replantear el modelo social. Paradójicamente, entre 2022 y 2024, Alemania ha destinado 55,000 millones de euros en apoyo a Ucrania para sostener la guerra contra Rusia. De forma similar, el primer ministro francés François Bayrou anunció que someterá a su gobierno a una moción de confianza en la Asamblea Nacional para defender su plan de ajuste fiscal y presupuestario, equivalente a 44,000 millones de euros en recortes al gasto público. No obstante, al igual que Alemania, Francia ha gastado millones de euros en apoyo a Ucrania, dejando en evidencia que importa más sostener las ficciones de la fe ilustrada que garantizar las pensiones y otras prestaciones sociales para sus propios ciudadanos.
En Ucrania se pretende presentar el conflicto como una lucha entre dos modelos para organizar la vida pública: el modelo ilustrado —democrático, de libertades, de dignidad y derechos humanos—, evidentemente en fase terminal, y el modelo dictatorial. Occidente insiste en que debe ganar esta guerra, pues “peligra el modelo social y democrático, y el mundo estará en manos de los bárbaros si gana Rusia”. Esta narrativa es falsa. Lo que realmente está en juego es el predominio de intereses económicos y financieros entre la derecha vacía y neocolonial de Occidente, encabezada por Estados Unidos y sus esbirros: Inglaterra, Francia y Alemania, frente a los Estados totalitarios de Eurasia, principalmente la Rusia de Putin y la China de Xi Jinping. No se trata de una lucha maniquea, como Occidente intenta hacer creer con su perversa narrativa de libertad y democracia. Michel Foucault lo expresó con claridad: “La guerra es la continuación de la política por otros medios, pero también la política es la continuación de la guerra por otros medios” (Foucault, 1976).
Si el siglo XX fue el tiempo de la caída de las ideologías, simbolizada por la caída del Muro de Berlín, el siglo XXI es el tiempo de la muerte de la razón y de la civilidad.
En Europa no solo se libra una guerra sin sentido, sino también una batalla contra las paradojas de la fe en la condición humana. Las ficciones de la Ilustración mueren al mismo tiempo que los cuerpos destrozados por misiles, drones y explosiones de las nuevas armas de destrucción masiva. La democracia revela su esencia ficticia, y el gobierno del pueblo es sustituido por el gobierno de las élites y los dogmas ilustrados, que se desmoronan al compás de los zumbidos de los drones asesinos.
En nombre de esas paradojas, ¿qué argumentos nos quedan para justificar esta guerra, salvo aceptar la demencia y la ficción como facultades primarias del ser humano? Una bandera y unos pedazos de tierra han costado 1,700,000 ucranianos muertos y miles de rusos más. Así, se pulveriza la idea de Kant de que “la Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad, que es la incapacidad de servirse de su entendimiento sin la guía de otro” (Kant, 1784/2004).
Por ello, debemos ver que en Ucrania no solo se libra una absurda guerra mortal sin sentido, que dejará traumas severos en Europa y en toda la humanidad, sino también el sepultamiento de la visión civilizatoria e ilustrada con la que describíamos al ser humano. La caída de las ideologías en el siglo pasado fue la antesala de la caída del pensamiento ilustrado que vivimos hoy. Sin darnos cuenta, estamos presenciando el más atroz retroceso civilizatorio de la humanidad. Lo que nos costó más de dos mil años construir se desvanece en la absurda guerra de Ucrania, impulsada por un líder occidental bárbaro que, con una mano armada de todo tipo de armas, ataca y amenaza a quienes no se someten a sus dictados para “recuperar la grandeza de América”, y con la otra, inicia una guerra de aranceles para sostener el predominio comercial y financiero de Estados Unidos.
El mundo vive una amnesia espeluznante. Olvida que fue necesario atravesar un largo camino de sufrimiento, muertes y despiadadas guerras para alcanzar un cierto acuerdo de convivencia racional y pacífica. Una civilización alimentada por el pensamiento de Platón, el idealismo alemán y la Ilustración —esencialmente francesa e inglesa— llegó a creer que había alcanzado un marco conceptual capaz de traducirse en instituciones transnacionales de derecho y civilidad. Así ocurrió al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se crearon organismos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Corte Penal Internacional en La Haya, con el propósito de evitar la repetición de atrocidades como las de esa guerra y el genocidio judío, y de resolver los conflictos entre naciones mediante el derecho y el diálogo.
Se olvida la proeza humana de reprimir sus pulsiones e instintos en favor del fortalecimiento del lazo social, privilegiando la razón, el diálogo y el espíritu comunitario para caminar juntos con tolerancia. Olvidamos lo que afirmaba el sabio judío-austríaco Sigmund Freud: “la civilización se construye sobre la renuncia a las pulsiones” (Freud, 1930). Esta afirmación refuerza la idea de que el lazo social se debilita cuando se privilegia la violencia, y que es preferible el amor y la paz antes que la guerra.
Sin embargo, en estos tiempos tardo-modernos, todo lo construido civilizatoriamente ha sido desplazado. En su lugar, emerge el apego a la fuerza y al poder. Así, vemos cómo la bota militar es hoy la más laureada e impotente. En la cuna de la civilización —Europa— se libra una guerra inhumana, justificada por falsos fantasmas rusos que el imperio occidental, en su lucha contra un mundo multipolar, introyecta para enfrentar a otros constructos castrenses como Rusia y China.
Cuánta razón tenían Adorno y Horkheimer al advertir que “la razón se ha convertido en instrumento del poder, en técnica para dominar la naturaleza y a los hombres” (Adorno & Horkheimer, 1944), lo que explica la perversión del pensamiento ilustrado en la geopolítica actual.
En su obra Tótem y tabú, Freud desliza unas preguntas reveladoras: ¿qué tan primitivos somos los civilizados?, o ¿qué tan civilizados son los primitivos? En los tiempos actuales, pareciera que la respuesta es que el hombre civilizado es más primitivo que aquellos a quienes llama “salvajes” o “indígenas”. Regido por pulsiones violentas y egoístas, encubre perversamente un andamiaje sofisticado que ha llamado “civilización”, la cual se procura mediante la permanente satisfacción de sus apetitos más primarios: su deseo morboso proclive a la perversidad, su impulso pernicioso de someter al otro, y su pulsión de muerte, que convierte al uno y al otro en enemigos mortíferos.
Atrás queda el mundo de la ficción y la fe hecha leyes, normas, códigos, modales e incluso letras civilizatorias. Resurge una escritura que recuerda el purgatorio de La Divina Comedia de Dante Alighieri y la lucha interna infernal de Raskólnikov en Crimen y castigo del genio ruso Fiódor Dostoyevski, entre otros textos que aluden a la violencia y a la pobre vida espiritual del hombre moderno.
¿Y ahora, a quién volvemos nuestro referente? Si lo que creíamos era lo mejor resultó ser lo peor, ¿acaso es mejor volver al gobierno de las fuerzas primarias, a la biología, donde el más fuerte sobrevive y gobierna? ¿O creemos que existen seres humanos destinados genéticamente a gobernar?
Primero dejamos de creer en la fe plasmada en la Biblia; después, en la razón codificada en leyes y normas; y ahora, en nuestra naturaleza comunitaria, e incluso en nuestra condición social.
Reconstruir el andamiaje conceptual que nos tomó más de dos mil años y que nos permitió hacer real la ficción de ser seres sociables por antonomasia, no sé si será posible. Más aún, no sé si podamos volver a creer en esa ficción de la racionalidad, tener fe en nuestra naturaleza social y volver a vanagloriarnos de ser animales que piensan.
Ignoro si la herida infligida a nuestra racionalidad es terminal, y si aún conservamos la fuerza y la inteligencia necesarias para volver a creer, como el Cándido de Voltaire, que “vivimos en el mejor de los mundos posibles” (8).
(1)Mediatizados, nos hicieron creer que el mayor sufrimiento genocida que ha vivido la humanidad fue el Holocausto, y a Hitler, como la personificación del mal en la Tierra. Sin embargo, enterrados en ese relato yacen los miles de seres humanos muertos en las guerras de Vietnam, Corea, Irak, Afganistán, Palestina, Líbano y Siria. A ello se suman las víctimas de las asonadas golpistas castrenses en América Latina y el Caribe —Nicaragua, El Salvador, Chile, Bolivia, Argentina, Brasil, República Dominicana, Haití— financiadas, organizadas y promovidas por agencias de inteligencia de los Estados Unidos.
Esto sin contar los muertos de las guerras provocadas por la Europa neocolonial en África, así como los provocados recientemente por la agresión israelí a la soberanía de Irán. Incluso, se estima que más de 1,700,000 ucranianos y miles de jóvenes rusos han muerto hasta la fecha en la guerra de Ucrania. Así ha operado la narrativa occidental: sesgando la historia, han creado un mundo a modo para mantener el sistema de explotación y sometimiento.
(2) https://oyeveracruz.com.mx/columna.php?id=42555 El retroceso civilizatorio.
(3) https://www.entornopolitico.com/columna/69328/lenin-torres-antonio/ Trump el sepulturero de la Ilustración.
(4) Foucault, M. (1976). Defender la sociedad. Fondo de Cultura Económica.
(5) Kant, I. (2004). ¿Qué es la Ilustración? (J. Gaos, Trad.). Alianza Editorial. (Trabajo original publicado en 1784)
(6) Adorno, T. W., & Horkheimer, M. (1944). Dialéctica de la Ilustración. Trotta.
(7) Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Amorrortu Editores.
(8) Voltaire. (2005). Cándido o el optimismo (J. Pujol, Trad.). Ediciones Cátedra. (Obra original publicada en 1759)
(9) Lic. en Filosofía, Facultad de Filosofía de la UV, Mtro. en Teoría Psicoanalítica, Instituto de Investigaciones Psicológicas de la UV, Estudios avanzados-suficiencia investigadora del programa de doctorado “fundamentos y desarrollos psicoanalíticos”, Facultad de Filosofía de la U. Complutense de Madrid, España, Estudios avanzados-suficiencia investigadora del programa de doctorado “problemas del pensar filosófico”, Departamento de Filosofía, Facultad de Filosofía, U. Autónoma de Madrid, España, Doctor en educación, Universidad Popular Autónoma de Veracruz UPAV. Diplomados: “Finanzas Públicas” y “Análisis Estratégico Político”, Instituto de Administración Pública de Veracruz.
Agosto de 2025.
Leave a Reply