Justicia o Barbarie: La Sociedad no Puede Tolerar a Quien Viola la Ley ©

Ensayo filosófico-jurídico

Por huggo romerom™


Activo muy valioso e intangible de la sociedad en teoría es:
Un valor fundamental que busca la equidad y la imparcialidad en la distribución de bienes, derechos y responsabilidades. Se manifiesta en la aplicación de leyes y normas para garantizar que cada persona reciba lo que le corresponde, ya sea un premio o un castigo, y se relaciona con la virtud de dar a cada uno lo suyo según el derecho o la razón. Hasta antes de 2018 vendían esta idea, pero la realidad era otra muy distinta. Veremos en el nuevo sistema judicial si esta vez no la disfrazan para vender ambiciones de los demagogos que prometen lo que no conocen, y que ni en sueños o imaginación tienen idea de lo que es.

Por la sola mención de esta palabra seguida de otras ‘murió’ un candidato. Aquella frase incómoda fue:
“Veo un México con hambre y sed de justicia.”

¿A 31 años de aquellas palabras y con el nuevo sistema judicial se alcanzará esa justicia?


La justicia es, en esencia, el cemento moral que sostiene a la sociedad. Sin ella, todo se desmorona: las instituciones pierden su legitimidad, los ciudadanos su esperanza, y el Estado su razón de ser. Aristóteles decía que la justicia es la virtud completa, porque está dirigida al otro; no es un ideal romántico ni una simple palabra grabada en tribunales: es una práctica constante que debe materializarse en todos los niveles de la vida social.

La justicia se debe conquistar día a día, en todos los ámbitos, empezando por la casa, por la colonia, por el municipio. La justicia es cotidiana, diaria. No es un discurso de campaña ni un lema para camisetas. Es un deber ético que no prescribe, y que debe ir acompañado de acciones concretas. Quien ejerce un cargo público, incluso honorífico, debe ser ejemplo viviente de esa justicia. Estos cargos suelen ser asumidos por personas que buscan servir a la comunidad o a una causa específica, y no como una actividad lucrativa. Si no cumplen esta máxima, si hacen de ese cargo una pasarela de intereses privados, deben ser destituidos sin vacilación.

Y si alguien murió por buscar esta máxima, lo menos que podemos hacer es cumplir cabalmente con lo que nos toca: denunciar lo que es injusto o viola reglas para beneficio propio o en asociación con intereses de un grupo determinado. No hacerlo es ser cómplice. No denunciar es pactar con la impunidad.


Desde una perspectiva jurídica, el Estado moderno ha consagrado el principio de legalidad como pilar fundamental de la convivencia. Quien viola la ley, traiciona ese pacto social y se convierte en lo que la doctrina penal denomina justiciable, es decir, alguien que debe responder ante el sistema por sus actos. Pero en una sociedad verdaderamente justa, eso no es suficiente.

Aquí entra el enfoque filosófico más crudo, más vital: el que viola deliberadamente la ley y la justicia para beneficiarse o para proteger intereses espurios no sólo debe ser juzgado, debe ser socialmente exterminado. Que se entienda bien: no se trata de eliminar físicamente a nadie, sino de expulsarlo del tejido social, de cancelar cualquier legitimidad, reconocimiento o participación en la vida pública. El traidor a la justicia es peor que el criminal común: es el cáncer que carcome desde dentro lo poco que funciona.


Los derechos humanos no pueden ser escudo para el corrupto ni excusa para proteger al injusto. Tolerar al injusto es condenar al justo al sufrimiento. La sociedad no puede ser neutral ante la inmoralidad. Porque si lo es, termina siendo cómplice. Y cuando la injusticia se normaliza, la violencia se vuelve ley.

No basta con indignarse: hay que actuar. El ciudadano tiene el deber jurídico y moral de señalar, denunciar y romper pactos de silencio. Porque el silencio, en estos tiempos, mata más que las balas.


El nuevo sistema judicial prometió cosas grandes. ¿Las cumplirá? No lo sabemos aún. Pero de algo estamos seguros: la justicia no se hereda ni se regala, se construye y se defiende. Y quien la traicione, quien la use para lucrar, debe ser removido, señalado y olvidado por la historia como aquello que es: una amenaza para el equilibrio social.

Y así, sin rodeos ni eufemismos: quien viola la ley para su propio beneficio debe ser exterminado del entramado social. Porque sin justicia, no hay patria. Solo ruinas.

Imagen y frase utilizada como contexto del artículo todos los derechos son de sus creadores originales.     Jaque Mate

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