Eleazar Fuentes Gutierrez
Hace como una semana, la política nacional se sacudió con una noticia que me dejó muy impactado y triste. A la jefa de Gobierno de la Ciudad de México le asesinaron a dos personas muy cercanas a ella: su asesor político, José Muñoz Vega, y su secretaria particular, Ximena Guzmán Cuevas.
Cuando me enteré, me consternó mucho. Me preocupó y me puso triste, porque eran personas con vidas normales, como todos nosotros. Tenían familia, amigos, sueños. Y cuando supe quiénes eran y qué tanto habían estudiado, me hizo pensar mucho.
Yo estudio Ciencias Políticas, y como muchos jóvenes en mi carrera, sueño con algún día poder estar cerca del poder, de las personas que toman las decisiones. No por ambición, sino porque creo que desde ahí se puede cambiar algo, ayudar a que las cosas mejoren. Por eso me dolió tanto ver que José, que era politólogo, y Ximena, que era socióloga, personas con las que me identifico, pagaron con su vida ese sueño.
Me imagino a José cuando tenía mi edad, o cuando estudiaba como yo, soñando con estar en ese lugar, haciendo política con ganas y corazón. Y me duele que esa vocación, ese deseo de servir, en México sea tan peligroso que te pueda costar la vida.
Esta reflexión me ha acompañado toda la semana. No quiero hablar de política ni de seguridad, no quiero entrar en esas discusiones. Quiero hablar desde lo humano, desde lo moral. Me da tristeza que en nuestro país, por tener una vocación o por estar cerca de alguien con poder, te pueda pasar algo así.
Es triste pensar que en México ejercer la política puede ser un riesgo mortal. Y es triste pensar en todas las personas jóvenes como nosotros, que soñamos con servir, que tenemos ganas de cambiar las cosas, y que en vez de sentirnos motivados, podemos sentir miedo.
Esta situación no solo es una tragedia para las familias de José y Ximena, sino para todos los que creemos que la política puede ser algo bueno, un camino para ayudar a la gente.
Por eso creo que debemos reflexionar. Debemos recordar que detrás de los cargos públicos hay personas con vidas, sueños y familias. Y que el precio de la vocación no debe ser nunca la muerte.
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