Eleazar Fuentes Gutiérrez
Desde la Revolución Mexicana, el corrido nació para contar lo que el poder no quiere escuchar. Y esto no es una crítica ni un juicio sobre si algo está bien o mal. Esta columna va más bien hacia un análisis político y sociológico sobre el fenómeno que estamos viendo.
De entrada, me gustaría aclarar que no ha habido ninguna prohibición federal hacia los corridos tumbados ni hacia ningún otro tipo de corrido. Menciono esto porque he visto en redes sociales que se culpa —o se le atribuye— esta supuesta prohibición a Claudia Sheinbaum, cuando la presidenta no ha prohibido nada. De hecho, mencionó lo siguiente:
“Nosotros creemos que se tiene que ir construyendo en la sociedad una negativa a los contenidos que hacen apología de la violencia o de las drogas o de la misoginia. A veces, cuando se prohíbe sin que haya un proceso, igual se siguen cantando, o no se entiende por qué se prohibió. Entonces, nuestra posición personal —más allá de lo que haga cada municipio o cada estado de la República— es ir construyendo este consenso social de que no se debe hacer apología de la violencia.” – Claudia Sheinbaum
La prohibición se empezó a dar en algunas entidades federativas y municipios, no a nivel federal y no en todo el país. Solo en algunos estados como Jalisco, Quintana Roo, Estado de México, Nayarit, Baja California y Chihuahua, además de otros que están intentando sumarse por la vía legal para establecer este tipo de restricciones. Entonces, la prohibición en eventos masivos o públicos —por así llamarlos— no viene del gobierno federal ni de la presidenta. Sheinbaum ha dicho que lo mejor es trabajar por la reconstrucción del tejido social y que se creen corridos del mismo género, pero con otros mensajes.
Ahora, ¿qué pienso de todo esto? Soy joven y gran parte de mi etapa juvenil ha estado acompañada por los corridos tumbados. Entiendo que este género ha evolucionado para contar historias que reflejan distintas realidades de nuestra sociedad. Pero también reconozco las preocupaciones legítimas sobre cómo algunas letras pueden glorificar la violencia o el crimen.
Prohibir la música no es la solución. La propia presidenta ha dicho que sería absurdo hacerlo, y que en lugar de censurar, lo mejor es promover la conciencia y la educación para que la música no se convierta en un canal de apología a la violencia.
Como generación, tenemos la oportunidad de impulsar corridos que, sin perder su esencia, promuevan mensajes más constructivos y conscientes. La música puede ser una herramienta muy poderosa para el cambio, pero solo si se le permite evolucionar.
Como fan, quiero que los corridos tumbados sigan contando historias. Pero también quiero que esas historias inspiren, que sirvan para construir un mejor futuro, y que nos ayuden a tener el México que soñamos, tanto como jóvenes y ciudadanos.
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