¿EN QUÉ MOMENTO SE JODIO MONTERREY?

ROBERTO GUILLEN

Es tan semejante el paralelismo con aquellos años hiper-violentos, cuando los zetas disputaron la plaza con el Cartel de Sinaloa, que no resistimos la ocasión de volver a publicar el presente artículo, que data del 2013. Esperemos lo encuentren de su vital y placentero interés:

Cuando la muerte salió de shopping en Monterrey, la ciudad se convirtió en un siniestro tour por las tripas de la ruleta rusa. Que culpa tenía aquel chavito que paseaba en su bicicleta-navidad y que fue atravesado por el rat-tat-tat-tat de los animales.
En la ciudad de la perpetua balacera hasta los hijos de don Eugenio se andan dando de plomazos: cuando la nota roja se vio al espejo, encontró a la Sorpresa desnuda interrogándose a sí misma: ¿es la demencia el capital del capital?
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La santa muerte tiene sitiado el Mercado Juárez. Dicen que ya le tumbó la plaza a San Juditas. La Fe como un lubricante para matar. En el torneo de machismo que se traen golfos y zetas, la Santa Muerte es el árbitro de la barbarie. Nada más fashion que ver a las nenorras luciendo su tatuaje en la coquetería de su poder. El mozo con su medallón plateado, exhibiendo la guadaña que se ha estampado en el esternón del Cerro de la Silla. Del momento carta blanca a la parpadeante adrenalina del sicario: me imagino que conciben a la ciudad como una canasta con manzanas de oro. Para salivar y pellizcar a placer. Y que levante la mano al que no le han llegado los cacos. Que la espuma de la narco adrenalina se convirtió en el sicario del carácter con Tecate.
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Un sarcasmo para levitar en la espuma de la bóveda urbana: oiga… y a usted no lo han asaltado? Le pregunta socarronamente la reencarnación de Marmeladov a un vendedor de semillas, en el interior del bar La Bolita. Para después rematar así: chingao, creo que los regiomontanos ya estamos viviendo de milagro. Bueno, yo qué… ya tengo 80 años, ya viví, ya amé, ya me decepcioné. Lo siento por ustedes muchachos…
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Metí el dedo en uno de los orificios que dejaron los plomazos en la fachada del Café Iguana. Saqué premio: una esquirla retorcida. Me fui a un café y durante horas me puse a contemplar el souvenir del moridero.
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Cuando le partieron la maceta al Casino Royale, por poco y también me la parten a mí. Resulta que uno de los felones que incendió ese palacio del easy money, conocido como el Voltaje Negro, tenía un gran parecido con el autor de las presentes líneas. De tal manera que todos los policías del rancho andaban tras los huesos del malandrín. Y hasta la oficina del licenciado Galindo, donde solía aparecerme, llegaron los sabuesos para interrogarlo sobre ese pirómano que había incendiado el Casino Royale.

Licenciado Galindo, tenemos informes de que en esta oficina solía meterse el Voltaje Negro. Sus vecinos nos han informado que venía seguido a visitarlo. De inmediato el abogado les dijo que había una confusión, que no se trataba del Voltaje Negro, sino de Roberto Guillén, que en aquel entonces escribía para la revista Axioma. Inclusive hasta les mostró unos ejemplares donde aparezco con mi barba de candado, con una pinta muy similar al bato que incendió el casino. Y aunque los ministeriales se retiraron, al día siguiente los investigadores andaban rondando un local comercial del licenciado Galindo. Recuerdo muy bien que después que le echaron el guante al Voltaje Negro, el abogado me habló y cuando nos encontramos en su oficina me dio un fuerte abrazo: ¡Guillén! ¡Guillén! Hermano, Camarada, te estaban confundiendo con el Voltaje Negro, ese guey que incendio el Casino Royale. Fíjate que en mi local pasaban y pasaban los policías. Primero llegaron los ministeriales, que me volvieron a decir, ¿Estás seguro de que no es el Voltaje Negro? ¿Tú metes las manos al fuego por él? Y yo les dije, claro yo meto las manos al fuego por él, porque él me hizo un reportaje, miren aquí está, esta es su fotografía. Noombre Guillén, después de que se fueron los ministeriales empezaron a pasar unos vatos güeros bien chingones , como de 1:90 metros. Y luego pasaban puros chaparritos, como de Guatemala…
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Con que frialdad tarantina lo remató. Esa tardecina estábamos cafeteando en el Vips de Hidalgo cuando la balacera tumbó al piso a todos los comensales. Como estaba en la barra, el miedo-espanto me lanzó como un portero rumbo a la cocina. Agazapado me tocó ver la película que todavía no termina. Don Hiram, un viejo cafetero fue el único que permaneció en pie. Recuerdo que desesperadamente una mesera le gritaba: ¡agáchese! ¡agáchese! No vayan a disparar para acá. ¡Agáchese! Pero don Hiram, que en paz descanse, estaba enfermo de las reumas y nomás no se podía mover, por lo que se papeó con la brutalidad. Vi cuando al pobre narco le disparan a quemarropa. Vi cuando le da una patada en la barriga para asegurarse de que ya se petateó, pero como todavía se movía, le pegó un plomazo en la chompa. Después se fue como si nada, se trepó a la troca y desaparecieron. Nota: esta vez no traían cuernos de chivo. El vato, que tenía aspecto como de San Luis Potosí, portaba una metralleta recortada tipo Uzi. No se me olvida el estilo gélido con que el asesino empuñaba la uzi, después de que le había dado mate a su rival…casta parecía un panadero feliz que se contonea con su canasto de volcanes, al hombro.
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El otro día la reencarnación de Marmeladov me invitó a su casa para presumirme su colección de Guitarras. Pero es un problema llegar a la colonia Independencia, porque los taxistas tienen miedo.
“No, a la indepe no voy, bájense”.
Por lo que no nos quedó otra que treparnos al ruta 67, donde Marmeladov y su bastón se transforman en un subversivo de antología: Mira Guillén, estos choferes me odian, me envidian. Porque soy libre, soy dueño de mi destino, tengo dinero para irme La Bolita cuando se me pegue la gana. Pero estos choferes me dan lástima. Ese cabrón de Lazcano es un explotador, les paga mal. Yo prefiero suicidarme que trabajar para ese felón. Obviamente mi carcajada fue inevitable. ¿Te ries Guillén? Ja ja ja…me gusta cómo te ríes, entiendo porque te ríes, ja aja ja… Cual sería mi goce estético, que al llegar a la esquina donde habita Marmeladov, había una instalación del moridero:
Mira Guillén, la indepe es un panteón.
Eran dos cruces con una base de cemento, adornadas con flores de plástico y la imagen de la Virgen de Guadalupe. Me acerqué para leer los nombres. Los morros tan solo tenían 15 años…
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La otrora orgullosa producción industrial se vio desdentada con la pelirroja de Gonzalitos. El cielo se puso negro-negro cuando el alcalde de Santiago apareció sin vida en un paraje fantasmal. Y se volvió a poner más negro cuando le dieron mate al ex – diputado Belden. El Sabino Gordo y el Matehuala: donde fuimos felices ahora expiden la condena del the crime doesnt pay
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. Las balas perdidas nunca estuvieron tan perdidas: si no que le pregunten a los padres de los estudiantes universitarios que han perecido en la jungla de la barbarie.
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Si la vena popular de un Bronco logró elevarse por los aires del mundo. Y alimentó la cadencia, la pasión jovial y el champurrado sensible de una temporada:
“Con zapatos de tacón, las nenas se ven mejor
Que con zapatos de piso. Luce mejor la pantorrilla
Cuando se ponen vestido.
Con zapatos de tacón las nenas se ven mejor
Y caminan con estilo
Con zapatos de tacón, nos provocan, nos incitan
Nos arrancan un suspiro”
Si el sentimiento de un Celso Piña rasguñó las pantallas de MTV, hasta convertirse en el Hammelin de García Márquez, en tiempos de la balacera perpetua, el sabor del Kombo Kolombia fue sofocado en el Abismo del tu no serás…

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