La muerte Jesús el Cristo.
Por Ernesto Cerda
“Para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre
la cumbre y el precipicio” escribía Tácito, así planteamos la tesis
cuarta sobre el poder “la historia de la humanidad fue, ha sido y
será La lucha por el poder. Hombres y mujeres de Todas las
sociedades, hasta nuestros días, luchan a lo largo del
interminable camino de la historia por la obtención, conservación
y acrecentamiento del poder. En ese camino hombres y mujeres
han cometido los más deleznables crímenes de lesa humanidad
para mantener, acrecentar y perpetuar el poder de estado”.
Meditaciones llevadas a cabo con relación al Juicio de Jesús el
Cristo, las cuales iniciaremos por la definición de ”crimen de
estado” la definición de Declaración Universal de los Derechos
Humanos: “Son actos generalizados, sistemáticos, cometidos
por las autoridades de un Estado o por particulares que
actúan por instigación o por orden de dichas autoridades o
con su tolerancia, ayuda o complicidad; y, están dirigidos
contra la población civil por motivos sociales, políticos,
económicos, raciales, religiosos o culturales”.
Un juicio de irregularidades.
El proceso condenó a Jesucristo, se cuentan hasta veintisiete ilegalidades. Incluso en el proceso romano, el un marco de legalidad, también podrían apreciarse irregularidades procesales que nos llevarían a que, o bien el proceso se hubiese declarado nulo, o la inocencia del inculpado. Enumeraremos algunos otros: se violaron los principios de diurnidad, lugar y de publicidad, debido a que el proceso y la sentencia no fueron realizados durante el día en la plaza pública, sino que se hicieron durante la noche en la casa de Anás e interrogado además por Caifás y los sumos sacerdotes, se violó el principio de pena para falso testimonio,
Contexto Político Religioso de la época.
Judea era un Estado teocrático, un Estado en el que lo más importante era la religión, cuyos dignatarios poseían máxima autoridad en la mayoría de los casos tanto religiosos como políticos, al poder religioso, al sacerdocio, especialmente al Sumo sacerdote y ambos bajo el Imperio Romano del Cesar.
Donde el mismo poder político del gobierno judío estaba sometido
Los romanos sostenían el principio jurídico de que, con la conquista de un país, sus tierras pasaban a ser propiedad del Estado (romano), y a la vez les cedía en usufructo a los nativos, exigiéndoles, a cambio, el pago de tributos.
Quien tenía el poder de la muerte:
La pena de muerte, no podía imputarse entre judíos. En Judea,
desde el gobierno de los macabeos hasta el siglo I d.C. el gobierno Romano era el que tenía el poder legal para castigar a las personas con la muerte. El juicio de Jesús de Nazaret refleja bien este límite.
El inicio de proceso del Juicio se da cuando el poder del Sanedrín,
sus miembros e integrantes de la nobleza religiosa del antiguo
judaísmo y estudiosos del Talmud estaban siendo desacreditados
por Jesús y estos no podían consentirlo. El delito que se le imputaba era la violación a la Ley Mosaica, conocida comúnmente como Tora. Para inculpar a Jesús se aprehendió con la ayuda de uno de sus discípulos y fue llevada a la casa del
máximo sacerdote, este le pidió juramento al acusado, sabiendo que no mentiría ni eludiría responder a la pregunta central:
– ¿Eres el Mesías, el hijo de Dios?
– Tú dices quién soy -le contestó Jesús.
– ¡Blasfemia! ¡Blasfemia! – dijo Caifás, convencido de que ya no hacían falta testigos. Por fin había encontrado una causa para condenarlo.
Porque la blasfemia era el delito más grave de todos,
del Código Penal judío: Jesús se había equiparado a Dios, al mismo tiempo.
Calificó de blasfemia lo que Jesús le respondió.
Aquello condicionó al resto de los miembros del Sanedrín, pues entonces se
consideraba que el sumo sacerdote era infalible, en la tradición cristiana
también se atribuyó la misma infabilidad al Papa.
De Herodes a Pilatos.
Según fuentes judeocristianas, cuando los del Sanedrín le envían a Jesús
al gobernador Poncio Pilato pregunta: “¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que
llaman Cristo?” y al no encontrar causa, lo envió a Caifás, después de
burlarse de él y este de nuevo cuenta devolvió a Pilatos y donde lo esperaban
sacerdotes del Sanedrín y de nuevo Pilatos les pregunto qué se va hacer
Jesús el Cristo pregunto los sacerdotes los que respondieron (sacerdotes y
ancianos): “¡Crucifícalo!” (Mt 27: 22-23). ¿Quién sería responsable de la
crucifixión del Nazareno? Siguió diciendo Pilato “Pues llévenselo ustedes y
júzguenlo según su propia ley “. Los sacerdotes y escribas le contestaron
“nosotros no tenemos ninguna autoridad para ejecutar a nadie objetaron los
judíos”.
Pilato al ver que los sacerdotes le cuestionaron que, si no lo culpaba, no era
leal a Cesar y además por la presión de Caifás, sumo sacerdote del Sanedrín,
decide someter al preso al plebiscito, figura legal con la que “la voz del
pueblo” decidía el destino del acusado.
Por lo que Jesús fue condenado a muerte por Pilatos y la causa era como
rebelde político, como zelota.
Se debe tomar en cuenta que el mensaje trascendente de Jesús resultó
incomprensible, tanto para la mentalidad teocrática y sectaria de los judíos
como para la mentalidad pagana de los romanos, que se engañaron acerca
de las verdaderas intenciones de Jesús. Su esperanza escatológica, es decir,
pertenece o concierne a lo posterior a la vida terrenal del humano y a la
historia humana, de la realización plena del Reino de Dios fuera del tiempo,
llevó a Jesús a una actitud agudamente crítica frente al poder romano que
lo hizo aparecer como zelota. Y los movimientos populares que suscitó su
acción, indudablemente aparecían, ante los ojos de los romanos, como
probables levantamientos contra el orden establecido.
Lo que se demuestra de manera incuestionable, que la ejecución de Jesús
fue un acto político de estado, sobre todo cuando expresa y se especifica que
Jesús fue ejecutado al modo romano, es decir, mediante la crucifixión, y no
con la pena de muerte judía, que era la lapidación.
Lo que corrobora la ejecución Política de Jesús, acuerdo con la tradición
romana, en la cruz del sentenciado se colocaba el título, una tablilla en la
que se especificaba el motivo de la condena la inscripción sobre la cruz,
titulus, la sentencia:
INRI (Jesús Nazarenus Rex Iudeorum)
“Jesús rey de los judíos”,
aludía claramente a la razón política de la ejecución: éste pretende ser Rey,
por lo tanto, pretende sustituir al César.
El Evangelio nos recuerda dos nombres: Anás, que ejerció sus funciones
entre el 6 y el 15; Caifás, su yerno, entre el 18 y el 36, es decir, durante la
vida pública de Jesús. Pero la verdadera «eminencia gris» seguía
siendo Anás, que conservar y perpetuar el poder era una de
las metas su secta.
A los ojos del prefecto Romano Pilatos, cualquier alteración del orden
público en un momento tan cargado de violencia y de simbolismo, la libertad
del pueblo judío idea u acciones que debían ser inmediatamente eliminadas.
por eso deseaba que fueron las autoridades judías la que culparan ya Jesús el
Cristo, pues las figuras mesiánicas, como el maestro de Jesús Juan el Bautista
representaban además un problema adicional para Roma: el reino de Israel
había sido una monarquía teocrática, que tenía acuerdos con Roma por lo
que la aparición de este tipo de líderes religiosos podía estimular una
revuelta contra la propia ocupación romana. Además, en una concepción
monoteísta, el Imperio Romano era una sociedad idólatra que entraba en
directa oposición con la proclamación que hacía Jesús del “reino de Dios.
señala que el delito por el que finalmente se crucificó a Jesús fue por el de
subversión y no por el de sacrilegio, es decir, murió a causa de un delito
político y no por un delito religioso como pretendía el sanedrín.}
La lección que nos deja:
Caifás persuadió a sus compañeros de la necesidad de matar a Cristo, con el mismo argumento que han usado desde entonces tantos tiranos, presidentes, Reyes, políticos y terroristas:
“Vosotros no entendéis ni una palabra; no
comprendéis que os conviene que uno muera
por el pueblo y que no perezca la nación entera”
Tiempos vividos, meditación de cuaresma.
Ernesto P. Cerda Serna