Por huggo romerom™

Hay una percepción que no se enseña, no se aprende, no se compra, ni se presume. Es una especie de corriente invisible que corre por debajo de todo, como una señal cósmica, como un viento distinto que se cuela por las rendijas de los días comunes. Es eso que te hace mirar el techo a las 3:47 AM con los ojos bien abiertos y sin una gota de miedo. Es cuando sientes —sin prueba alguna, sin evidencia tangible— que algo está por llegar, algo que llevas años persiguiendo, algo que finalmente está encontrando su camino hacia ti… o tú hacia eso.
No es éxito, no es fama, no es riqueza. Es propósito. Es destino. Es sentir que al fin estás empezando a caminar hacia lo que siempre fue tuyo. Aunque duela. Aunque cueste. Aunque incomode. Aunque se te vengan encima las críticas, los chismes, los juicios de los que nunca han apostado por sí mismos.
Estoy por hacer algo. Algo que debí haber hecho hace mucho. Algo que me va a liberar. Algo que va a sacar ampollas en las lenguas de muchos, porque en este juego la libertad ajena duele más que la propia esclavitud.
Sé que me van a llover etiquetas. Que me van a desear las 7 plagas, 5 desgracias y una muerte lenta, tibia y silenciosa. Lo sé. Pero también sé que es ahora o nunca.
Es el último turno al bat. La casa está llena. Dos outs. Voy perdiendo 4-1. La cuenta está en 3 bolas, 2 strikes. Y la gente, como siempre, grita. Unos quieren que te ponches para confirmar que nadie escapa de su mediocridad. Otros, aunque menos, guardan silencio con el alma en vilo, porque creen que puedes conectar la pelota. Que puedes cambiar el juego con un swing. Que puedes volar.
Y yo ya decidí. Voy a hacerlo. Porque esta sensación que tengo —en el pecho, en el aire, en los sueños— no se negocia. Es la misma que tienen los que corren hacia la tormenta y no lejos de ella. Es la misma que hace que el miedo se arrodille ante el propósito.
Ya no me puedo detener. Ya no quiero hacerlo. He visto el juego desde la banca demasiado tiempo. He sido mi peor coach, mi juez más duro, mi fan menos leal. Pero algo se encendió. Algo se está alineando. El caos, el azar, el silencio, el dolor… todo comienza a tener sentido.
Sé que esta es mi última oportunidad para trascender. No como héroe. No como estrella. Sino como yo. Real. Crudo. Íntegro. Pleno. Como el tipo que se atrevió a escuchar esa voz que no suena en altavoces pero retumba en el alma.
Y ya viene el lanzamiento.
Play Ball…
Jaque Mate.
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