¿Realmente comprendemos lo que leemos? ©

Por huggo romerom™

“Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Benito Juárez.

El que no conoce esta frase no fue a primaria, es una de las más famosas y populares de México, pero tal vez nos pasó de noche o la repetimos como merolicos solo para sacar un 6 en historia. Todos sabemos quién fue Juárez y recordamos su frase, pero la verdadera pregunta es: ¿la comprendemos y la aplicamos?

Porque, seamos sinceros, la mayoría no.

Decimos que la sabemos, pero la realidad es que nos quedamos en el adorno de las palabras sin convertirlas en acción.

Ejemplos sobran: cuando alguien es homofóbico, no está respetando el derecho ajeno de esas personas a vivir y amar como deseen. Cuando alguien critica todo lo que hacen los contrarios políticos desde 2018 sin reconocer su derecho legítimo a gobernar porque ganaron en las urnas, no está respetando el derecho ajeno a la representación democrática.

Y no se queda ahí:

* El vecino que pone su bocina a todo volumen de madrugada “porque es su casa y puede hacer lo que quiera” ya olvidó la frase de Juárez.

* El conductor que se estaciona en lugar para discapacitados “solo por cinco minutos” también la ignora.

* El que discrimina a alguien por cómo viste, por cómo habla o por su nivel económico, no la aplica.

* El que cree que su religión, su ideología o su moral son superiores, y pretende imponerlas a otros, tampoco la aplica.

*El que se mete en las filas (cualquiera) por creerse más listo y muchas veces provocan accidentes.

Lo curioso es que todos, en algún momento, hemos sido ese que falta al respeto al derecho ajeno. Pero no lo reconocemos, porque es más cómodo señalar que mirarnos en el espejo.

Juárez no escribió esa frase para que fuera estampada en libros de texto, billetes o discursos políticos vacíos. La escribió como una advertencia ética y jurídica: si no aprendemos a respetar los límites del otro, no habrá paz ni en nuestra casa, ni en la calle, ni en la nación. Y respetar no significa estar de acuerdo, significa reconocer la dignidad del otro aunque pensemos diferente.

El gran problema es que nos encanta interpretar a nuestra conveniencia. Creemos que respetamos mientras no nos toquen nuestras “ideas”, pero al primer choque olvidamos que la paz no se construye con imposiciones, sino con la capacidad de aceptar al otro como legítimo en su forma de ser, de pensar y de vivir.

Y aquí viene el golpe incómodo: todos conocemos la frase, pero muy pocos la viven. Y si tú, lector, estás pensando “yo sí la aplico”, cuidado… porque lo más probable es que seas el primero en no hacerlo. Porque si fueras coherente, ya no necesitarías justificarte, ni criticar a los demás, ni imponerte en lo pequeño de lo cotidiano.

La verdad es simple y brutal: la mayoría no faltamos al respeto al derecho ajeno por ignorancia, sino por conveniencia. Y eso, nos guste o no, no es otra cosa que hipocresía.

Así que la próxima vez que repitas la frase de Juárez, hazte un favor: mírate al espejo y pregúntate si no estás siendo justo el ejemplo contrario. Porque si la conoces, la repites, pero no la aplicas… no solo estás faltando a Juárez, estás faltando a tu propia ética personal. Y peor aún: estás firmando con tu conducta diaria la sentencia de que la paz, en este país, seguirá siendo un simple eslogan y no una realidad.

Conclusión, todos tenemos derecho a estar equivocados, a no tener razón, a creer que nuestra verdad es la única, y los tenemos, solo que no los expresemos en nombre de la paz.

Jaque Mate.

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