‘En Señal de Trato’©

Por huggo romerom™

Hay personas que se van cerca de los días festivos. No es casualidad. Tengo la teoría —muy mía— de que Dios los llama así para que no se nos olviden, para que cada fecha alegre tenga también un espacio de memoria. La semana pasada se nos adelantó en el camino mi primo, mi hermano, mi amigo y mi coach de negocios: Álvaro Robustiano Flores Romero, para todos nosotros, Tano.

Tano fue de esas personas que no pasaron por la vida de puntitas. Vivió intenso, con humor, con optimismo, con una sonrisa que desarmaba cualquier problema. Siempre positivo, siempre feliz, siempre entregado a su familia y siempre ayudando al prójimo, fuera quien fuera. No preguntaba de dónde venías ni qué tenías; preguntaba qué necesitabas.

De él aprendí algo que no viene en los libros ni en los diplomados caros: la esencia real de los negocios. Esa que no se aprende en PowerPoint, sino en la calle, en la mesa, en la mirada. Donde otros veían problemas, él veía oportunidades. Donde otros dudaban, él ya estaba avanzando. Nos dejó escuela, pero de la buena: la de la sustancia, no la del discurso bonito.

También me enseñó lo que de verdad significa emprender. Empezar de cero… y cuando digo de cero, es sin nada. Sin capital, sin contactos, sin red. Solo con intuición, confianza en uno mismo y el valor de intentarlo. Y junto con eso, algo que pocos entienden: la paciencia. Porque en los negocios, como en la vida, el que se desespera pierde.

Tano tenía una frase que era su sello, su misil directo a la negociación final:

“En señal de trato”.

Cuando eso se decía, el negocio ya estaba hecho. No había letra chiquita, no había doble intención. Había palabra. Y eso hoy vale más que cualquier contrato.

Nunca ambicionó todo lo que tuvo… y lo tuvo todo precisamente por eso. Supo hacerlo, supo llegar y, más importante aún, supo mantenerse humano en la cima. Siempre fue el primo, el hermano, el amigo, el coach generoso. Nunca envidió nada ni a nadie. Yo fui testigo de su amistad con personalidades de altísimo nivel y jamás perdió el piso. La humildad no se le cayó ni con los trajes caros ni con los logros grandes.

Podría escribir páginas y páginas sobre mi primo Tano, pero esto no es mañanera ni discurso eterno. Esto es solo un pequeño homenaje, un recordatorio de una persona tan positiva que estoy seguro de que antes de llegar con San Pedro ya había negociado su lugar… porque de por medio ya estaba algo “En señal de trato”.

Al rato te alcanzamos, Primo.
Mientras tanto, aquí seguimos, aplicando lo que nos enseñaste: vivir derecho, negociar con palabra y nunca olvidar de dónde venimos.

En señal de trato.

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