Benjamín Castro
–Dejó el apoyo al desarrollo económico de Juan Pablo II, Pablo VI, Juan XXIII, Pio en la tradición de Rerum Novarum por la doctrina colonialista del cambio climático y el calentamiento global
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Todos sabemos, porque se ve a simple vista, que en las zonas mas pobres y con mayor miseria del planeta tierra, sean las de África, las de América Latina o Asia, el cielo es completamente azul y no existen emisiones de gases ni ríos contaminados. Obviamente, eso se debe a que esas regiones y países enteros no tiene industria, tampoco infraestructura básica, ni grandes carreteras ni ferrocarriles. En medio de esa miseria y precariedad, la muerte es una constante, incluso desde el nacimiento. Esas regiones son los dominios del colonialismo europeo o de la dictadura financiera de los bancos de Nueva York y Londres, vía su ejecutor el FMI, poderes que las mantienen en ese atraso de forma deliberada y cruel.
A partir de 1891 la Iglesia Católica decidió abordar la “cuestión social”, cuando el Papa León XIII publicó la encíclica “Rerum Novarum”, postulando los derechos de los trabajadores, la necesidad de que los salarios fueran fijados por la justicia y no la tiranía del mercado, y atendiendo a la “dignidad humana”, y que fuese el estado el responsable de garantizar todo eso, provocando con eso el desarrollo del derecho laboral en los procesos legales. Por supuesto, definiendo también la propiedad privada como un “derecho natural”, pero exigiendo que esta fuese con “sentido social”. 40 años después, en 1931, el Papa Pio XI publico la encíclica “Quadragesimo Anno” reafirmando los mismos principios y agregando demandas similares y reiterando la importancia de Rerum Novarum y como el eje de la doctrina social de la Iglesia Católica. Igualmente, en 1961, el Papa Juan XXIII publica su encíclica “Mater et Magistra”, para “mantener encendida la antorcha” -dijo- de lo postulado por Rerum Novarum y para criticar el colonialismo que niega a las naciones el progreso industrial científico y tecnológico, sumiéndolas en la pobreza. Después, en 1967, el papa Paulo VI publica la encíclica “Populorum Progressio”, donde, además de reafirmar la continuidad entre estas encíclicas, Rerum Novarum, Quadragesimo annus y Mater et Magistra, postula que el desarrollo de los pueblos pobres, sometidos al colonialismo, es la única forma de lograr la paz. El “desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, dijo ante la ONU Paulo VI. Posteriormente, en 1981, el Papa Juan Pablo II publicó su encíclica “Laborem Excersen” en “el 90 aniversario de Rerum novarum” para postular que el trabajo es el que dignifica al ser humano y este debe servir para su desarrollo como criatura de dios y: “Con su trabajo el hombre ha de procurarse el pan cotidiano, contribuir al continuo progreso de las ciencias y la técnica, y sobre todo a la incesante elevación cultural y moral de la sociedad en la que vive en comunidad con sus hermanos. Y «trabajo» significa todo tipo de acción realizada por el hombre independientemente de sus características o circunstancias, significa toda actividad humana que se puede o se debe reconocer como trabajo entre las múltiples actividades de las que el hombre es capaz y a las que está predispuesto por la naturaleza misma en virtud de su humanidad. Hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible y puesto en él para que dominase la tierra, el hombre está por ello, desde el principio, llamado al trabajo”.

Contrario a esta visión del ser humano como trasformador de la naturaleza y en ese sentido continuador de la creación de dios, como lo postulaban Nicolas de Cusa y otros figuras históricas del catolicismo, el Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si, del 2015, probablemente bajo la presión de la siniestra Curia Romana vinculada a la aristocracia europea y sus negocios, da una viraje a la postura de la iglesia católica ante la “cuestión social” y asume como suyos todos los dogmas propagados por la ONU y sus diferentes COPs, el Foro de Davos, la monarquía británica y las instituciones financieras, en el sentido de que los “adelantos científicos y tecnológicos” de los que hablo Juan Pablo II deben de “cuidar de no afectar el ambiente”, ya que, dice el papa Francisco en su encíclica, la emisión de gases, la contaminación de los ríos, el “calentamiento global” (principal dogma del ambientalismo), hacen posible “las predicciones catastróficas” que se hacen actualmente al respecto.
Por supuesto, el Papa Francisco será recordado por su denuncia valiente de la “cultura del descarte” o “desecho” que la economía liberal hace de las personas mayores o de los niños jóvenes. También su valiente denuncia del genocidio en Gaza y el absurdo de la guerra de Ucrania causada cuando la OTAN va y provoca a Rusia en las propias puertas de su casa. Quizá también entre los partidarios de la agenda progresista, su reconocimiento de los derechos de la comunidad LGBT de participar en los sacramentos de la iglesia como matrimonio, bautizos etc. y al afirmar que la homosexualidad “no es un pecado, es un hecho humano” y la iglesia debe acogerlos. Todo eso fueron obras valientes y admirables del Papa Francisco. Pero en “la cuestión social” y quizá por su formación jesuita del “aquí y el ahora”, que ve los efectos y no las causas, confundió una doctrina colonialista con la misión de “cuidar el reino de la creación” yendo en contra del progreso industrial, científico y tecnológico. (Ver anexos, Encíclicas y otros escritos)
https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091981_laborem-exercens.html
https://desdelafe.mx/noticias/sabias-que/resumen-laudato-enciclica-papa-francisco
https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_26031967_populorum.html
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