El día del juicio final ya llegó, tributariamente hablando ©

Por cpaf huggo romero mora™

Mientras la mayoría sigue distraída con los titulares de los diarios —esas notas infladas donde, de cada diez palabras, seis son mentira y cuatro son obsoletas—, lo verdaderamente importante pasa frente a sus narices sin que nadie le preste atención. No es el escándalo político del día, no es la moda viral ni la opinión reciclada del analista de café. Lo que importa, y lo que ya llegó, es la fiscalización real y tecnológica del Estado.

La autoridad fiscal por fin está haciendo lo que siempre debió hacer. Ni más, ni menos. Con la tecnología disponible hoy, el control tributario ya no es una promesa: es un hecho. Cruces de información, trazabilidad del dinero, patrones de comportamiento, relaciones entre personas físicas y morales… todo queda registrado. Todo deja huella.

Como dijo el inolvidable Carlos Miloc cuando una selección débil iba a enfrentarse a una potencia mundial: “Dios los agarre confesados”. Que rían mientras puedan, porque después llorarán. Y algunos no solo llorarán: conocerán el significado práctico del artículo 19 constitucional.

La nueva joya de la evasión: las Asociaciones de Vecinos

En este escenario aparece una modalidad de defraudación fiscal tan sofisticada como peligrosa: el uso de Asociaciones de Vecinos constituidas como Asociaciones Civiles. En el papel, figuras nobles. En la práctica, en muchos casos, auténticas fábricas de evasión.

El mecanismo es simple, pero efectivo:

  • Asociaciones Civiles que, por su naturaleza, no pagan impuestos.
  • Mesas directivas coludidas con proveedores.
  • Facturación cruzada y simulada.
  • Reparto de recursos entre personas físicas.
  • Violación abierta al principio de conflicto de intereses.

El resultado: dinero que debía tributar desaparece mágicamente, fragmentado en facturas que aparentan legalidad, pero que en el fondo solo maquillan un robo al erario. Un robo casi invisible… pero perfectamente detectable.

El elefante en la sala

Lo más grave es que este esquema no opera solo. En muchos casos hay funcionarios municipales mirando hacia otro lado, cuando no participando activamente. El silencio administrativo también es complicidad.

Por eso, si la fiscalización viene con todo —y viene—, sería lógico y justo que la autoridad empiece por aquí. Auditar directamente a estas asociaciones, seguir el rastro del dinero, identificar a los beneficiarios reales y aplicar la ley sin miramientos.

Un llamado directo

SAT: dense una vuelta por Apodaca. Ahí hay un laboratorio vivo de este nuevo modelo de estafa tributaria. No es un ataque ideológico ni una exageración retórica; es una invitación a ejercer la función fiscalizadora donde el daño es real y constante.

El día del juicio final ya llegó. No en términos apocalípticos, sino tributarios. Y esta vez, no habrá facturas que escondan la verdad ni asociaciones de papel que detengan a la tecnología.

Porque el que entendió, ya está regularizando. Y el que no… que ‘Dios lo agarre confesado’.

 El autor del artículo es fiscalista desde 1985; CPAF/AF; asesor en materia tributaria del poder legislativo; asesor fiscal PM y PF; expositor, articulista, de cursos fiscales en foros, programas de radio, revistas especializadas; colaborador en iniciativas para delitos fiscales desde 2012.

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