Eleazar Fuentes Gutiérrez
Me gustaría dejar claro, de una vez, que no tengo nada en contra de la distracción: ver programas, series, realities, etc. Yo también lo hago, me gusta ver cosas que me distraigan. Y no, por no ver La Casa de los Famosos México eso me hace más culto. No es así.
Lo que quiero abordar con mi análisis, desde mi opinión, es que me sorprende cómo la gente se da el tiempo de votar, de pelearse en redes, de involucrarse en el programa, incluso de desvelarse y salir a festejar un triunfo que no es de ellos.
Hace un año, todo México hablaba de la salida de un participante de La Casa de los Famosos, mientras en el Congreso se aprobaba una reforma al Poder Judicial. Y el pueblo mexicano, pensando en la casa.
Este año, con la reforma a la Ley de Amparo, en lugar de ir a marchar en contra o a favor —dependiendo del criterio político y legal de cada persona— muchos se fueron a festejar quién ganó la casa. Me cuesta trabajo entender en qué país vivimos, donde los políticos hacen lo que quieren y nosotros observamos la manipulación política y sociológica, mientras ellos dictan y deciden el rumbo de nuestro país.
No quiero que se malinterprete: se puede ver entretenimiento. Pero me preocupa cómo un reality mueve más a las masas que una decisión que marca el destino y el presente de un país.
A los lectores que se toman el tiempo de leer mi opinión, los invito a informarnos y a exigir al gobierno, en todos los niveles, las necesidades básicas que el Estado debería garantizar. Porque en el país sigue habiendo pobreza, en nuestros municipios hay baches, parques en malas condiciones, transporte público deficiente en nuestros estados y muchas otras carencias.
Y suele pasar que nos importe más quién gana La Casa de los Famosos que si tendremos derecho a un amparo o no.
“Una persona que se informa no está condenada a ser manipulada”.
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