Apuntes desde el suelo
Dr. Lenin Torres Antonio
“Pólemos (la guerra)
él es padre de todas las cosas y el rey de todas, y a unos revela dioses, a los otros hombres, a los unos los hace libres, a los otros esclavos”.
HERACLITO, Fragmentos
La pregunta filosófica de Hegel, ¿es la guerra una mera contingencia o una necesidad histórica?, ha dejado de ser un ejercicio académico. Hoy vuelve a respirarse en Europa del Este, en el Caribe y en todo el sistema internacional, donde las guerras y las tensiones armadas ya no parecen excepciones, sino la nueva normalidad.
Ucrania: la guerra que ya no sorprende a nadie.
En 2025, Ucrania se convirtió en el conflicto más mortífero del planeta, con más de un millón 500 mil muertos de ambos bandos, pese a los intentos fallidos de negociaciones de paz encabezadas por Estados Unidos. Rusia intensificó ataques con drones en “enjambre” y bombardeos masivos sobre infraestructura energética, dejando regiones completas sin electricidad y aumentando en un 30% los ataques que han matado o herido a civiles.
La situación es tan crítica que la planta nuclear de Zaporiyia ha perdido toda conexión eléctrica externa 12 veces desde que inició la invasión, una señal de fragilidad que la Agencia Internacional de Energía Atómica describe como “riesgo creciente de accidente nuclear” tras ataques sistemáticos a la red eléctrica ucraniana.
Mientras tanto, la diplomacia europea reconoce que se han agotado los canales tradicionales: las negociaciones en Berlín “tocaron fondo”, según declaró el canciller alemán Friedrich Merz, justo cuando se discute la creación de una fuerza multinacional para garantizar la seguridad ucraniana desde Europa, con apoyo de EE. UU.
Para Hegel, la guerra revela la verdad de la historia: la libertad sólo avanza cuando las viejas estructuras sucumben y otras, más vigorosas, emergen. Trágico, sí. Pero hoy, más real que nunca.
Venezuela: la otra guerra, sin bombas pero con flotas militares.
Mientras Ucrania enfrenta una guerra abierta, Venezuela vive una guerra política internacionalizada.
En diciembre, el presidente estadounidense Donald Trump ordenó un bloqueo total de los buques petroleros sancionados, rodeando a Venezuela con “la armada más grande jamás reunida en Sudamérica” y designando al gobierno de Maduro como una organización terrorista extranjera, justificando su injerencismo y agresión diciendo que Venezuela le debe tierras y pétroleo y quiere recuperarlos.
La medida llegó días después de que EE. UU. incautara un carguero petrolero venezolano en alta mar, elevando la tensión a niveles inéditos. Ya van más de 25 ataques estadounidenses contra embarcaciones en el Caribe este año, con alrededor de 95 muertos, acciones que legisladores estadounidenses denuncian como ilegales y cercanas a ejecuciones extrajudiciales.
Al mismo tiempo, la represión interna en Venezuela se agrava: 900 presos políticos, desapariciones forzadas, detenciones incomunicadas y un cierre progresivo del espacio cívico, según la ONU, que advierte una militarización creciente y un clima de miedo y autocensura generalizado.
Si en Ucrania la guerra es visible, en Venezuela la guerra es soterrada: diplomática, económica, militar a baja intensidad… pero real.
¿Y si Hegel tenía razón?
Lo inquietante es que ambos casos, uno un conflicto interestatal total, otro una escalada geopolítica hacia el borde de la intervención, parecen confirmar la intuición hegeliana:
la guerra no es un error, sino un mecanismo histórico que reaparece cuando los Estados chocan con los límites de su propio orden.
Ucrania revela el retorno de la guerra total en Europa; Venezuela, el resurgimiento de las intervenciones hemisféricas y las teorías de cambio de régimen. Ambas crisis muestran que el siglo XXI tardó poco en recuperar las viejas lógicas del XIX.
Pero no estamos condenados al destino hegeliano.
Hegel veía la guerra como el “medio último” de transformación histórica.
Pero hoy, a diferencia de 1820, existe derecho internacional, cooperación multilateral y mecanismos de resolución pacífica. El problema es que los Estados los están ignorando deliberadamente.
La ONU advierte que Ucrania vive uno de sus inviernos más letales para civiles desde que inició la invasión rusa, con infraestructuras destruidas, hospitales dañados y apagones de hasta 18 horas en pleno frío extremo.
Y Venezuela retrocede aceleradamente hacia un modelo autoritario con creciente militarización, mientras su crisis amenaza con desbordarse regionalmente.
La lección contemporánea es brutal:
Si los Estados actúan como si la guerra fuese necesaria, la guerra volverá a ser necesaria.
El desafío político de nuestro tiempo:
Lo que pasa hoy en Ucrania y Venezuela no es contingente: es el síntoma de un orden internacional que se está resquebrajando. Frente a ello, la responsabilidad de nuestras democracias es impedir que Hegel tenga la última palabra.
Porque la historia no siempre avanza por las armas.
A veces, avanza por las decisiones morales y políticas que tomamos para detenerlas.
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