Benjamín Castro
La doctrina de Jesús de Nazareth es una concepción del ser humano y de la sociedad que fungió como alternativa a la del Imperio Romano basada en el poder, la alcurnia y el dominio militar para el saqueo de los pueblos. Para difundir esas idas redentoras del género humano es que Jesucristo aceptó sacrificar su vida. Él mismo se concebía así mismo como el enviado de dios padre y ambos frutos del espíritu santo con lo que formaban una trinidad única e indisoluble. El hijo que trae el mensaje a los humanos, el padre que es las leyes y el espíritu santo que generó a ambos. Esas ideas son similares a las que formularon Sócrates y Platón, Filón de Alejandría y los apóstoles y esas ideas que después retomarían fuerza en el renacimiento italiano que dio origen posteriormente a los estados nación modernos. Después, muchos siglos de oscuridad en que esas ideas se negaron para dar prominencia a las de Aristóteles, el disidente de Platón en la Academia que postulaba el individualismo, el pragmatismo en el conocimiento y la legitimidad de la oligarquía. Jesús postulaba la necesidad de imitar en la tierra y en los asuntos humanos la “ley natural” para regir de mejor forma esos asuntos, resolver necesidades de la humanidad y cumplir con la misión humana de “crecer y multiplicaos, henchid la tierra y dominarla”. Obviamente, la noción de justicia es parte integral de esas leyes naturales puesto que el universo opera así, de forma organizada, proporcionada y armoniosa.

Esas nociones cristianas han sido eliminadas en las decisiones de las potencias occidentales donde predomina de nuevo la nación imperial con origen en Roma, e imperios anteriores como el Persa o el Babilónico. Ese afán de dominio y hegemonía los ha llevado a utilizar a Ucrania y el régimen de Zelenzky, y a la OTAN, para tratar de someter a Rusia y saquearla, y ha justificar el genocidio en Gaza por parte de uno de sus brazos armados en la región como es el gobierno de Netanyahu en Israel. Igualmente, a tratar de someter a China y negarle su derecho a el desarrollo y los avances científicos y tecnológicos y, además, a querer someter a México y demás naciones de América Latina a sus dictados colonialistas y a al estancamiento económico. Ojalá esta navidad sirva para inspirar a esos dirigentes occidentales no solo a recuperar el temor a dios, sino, sobre todo, a reconocer sus propios errores y sus pecados ente ese dios cristianos al que dicen venerar.












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