Por huggo romerom™
México 2026: una visión desde la experiencia multidisciplinaria y la realidad que no cabe en un aula ©
Hablar de una visión 2026 de nuestro país exige algo más que optimismo institucional, estadísticas maquilladas o discursos bien intencionados. Exige una mirada que no nazca únicamente del aula, ni del escritorio, ni del púlpito político, sino del cruce entre la ley, la economía, la fiscalización, la comunicación, la empresa, la calle y la experiencia directa con el sistema, tanto en su versión ideal como en su versión real.
Mi punto de partida no es una sola profesión, porque hoy México ya no se entiende desde una sola disciplina. Soy Contador Público, Auditor y Fiscalista; estoy por concluir la Licenciatura en Derecho; he sido productor, redactor, soporte técnico y locutor de programas fiscales en radio; perito fiscal-contable en juzgados; emprendedor y empresario; embajador parlamentario en México; escritor y articulista; analista político; generador de iniciativas de leyes sociales; inventor de una nueva materia fiscal; asesor de candidatos y de políticos en ejercicio. Este preámbulo no es presunción: es contexto. Es la explicación de por qué esta visión no es teórica, sino vivida.
México 2026 no se construirá desde una sola narrativa, y mucho menos desde una sola institución.
Educación: el divorcio entre el aula y la realidad
El mayor problema estructural de nuestro país no es la falta de talento, sino la desconexión entre la educación formal y la vida práctica. Formamos profesionistas que conocen conceptos, pero no sistemas; teorías, pero no procesos; leyes, pero no consecuencias.
En el ámbito fiscal, jurídico y administrativo —que conozco de primera mano— el egresado promedio llega al mundo real con una visión idealizada del Estado y una comprensión incompleta del ciudadano. La educación sigue enseñando cómo debería funcionar el país, pero no cómo funciona realmente.
México 2026 necesita una educación transversal, donde el estudiante comprenda que cada decisión jurídica tiene impacto económico, que cada política fiscal tiene consecuencias sociales y que cada omisión del Estado genera un vacío que alguien más —regularmente el más fuerte— va a ocupar.
No se trata de quitar teoría, sino de devolverle sentido.
Estado, legalidad y credibilidad: el triángulo roto
Desde mi experiencia como perito en juzgados y como asesor, puedo afirmar algo incómodo: la legalidad en México no fracasa por falta de leyes, fracasa por falta de credibilidad.
Tenemos normas suficientes, incluso excesivas. Lo que no tenemos es confianza en que se aplicarán de forma equitativa. El ciudadano promedio no evade por maldad, evade por supervivencia; no incumple por ignorancia, sino por desconfianza.
Hacia 2026, el reto no es legislar más, sino legislar mejor y aplicar con coherencia. El derecho debe dejar de ser un instrumento de castigo selectivo y convertirse en una herramienta de orden social real.
Un país donde cumplir la ley es más costoso que violarla, es un país condenado a la simulación permanente.
Fiscalidad: de la coerción al entendimiento
He dedicado buena parte de mi vida profesional al estudio y aplicación de la materia fiscal. He visto contribuyentes honestos quebrar por desconocimiento, y evasores profesionales prosperar por colusión. He visto cómo la fiscalización avanza tecnológicamente, pero retrocede humanamente.
México 2026 necesita una nueva cultura fiscal: no basada en el miedo, sino en la lógica; no en la amenaza, sino en la certeza. La autoridad fiscal debe dejar de verse como enemiga y comenzar a operar como sistema de orden económico.
Aquí surge una de mis convicciones más firmes: la educación fiscal debe comenzar antes de que el ciudadano tenga RFC. No como materia intimidante, sino como herramienta de comprensión económica y social.
El cumplimiento voluntario solo existe cuando el sistema es comprensible.
Política: entre la narrativa y la responsabilidad
Como analista político y asesor, he visto cómo la política mexicana se ha convertido en un concurso de narrativa y no de resultados. Se gobierna para la percepción, no para la estructura; para la encuesta, no para la solución.
México 2026 requiere políticos con formación técnica real, no solo con carisma o militancia. La improvisación cuesta caro, y en un país como el nuestro, la factura siempre la paga el ciudadano que menos tiene.
La política debe reconciliarse con el conocimiento, y el conocimiento debe volver a influir en la política.
Emprendimiento y empresa: el motor subestimado
Como emprendedor y empresario sé que el discurso oficial suele romantizar a la empresa, pero el sistema la castiga. Trámites excesivos, inseguridad jurídica, fiscalización mal comunicada y un entorno que ve al empresario como sospechoso permanente.
Sin empresas fuertes no hay empleo digno, y sin empleo digno no hay estabilidad social.
México 2026 debe dejar de ver al emprendedor como problema y empezar a verlo como aliado estratégico del desarrollo.
Comunicación y conciencia pública
Mi paso por la radio y los medios me dejó una lección clara: la información mal explicada es tan dañina como la mentira. El Estado comunica mal, la prensa simplifica en exceso y el ciudadano queda atrapado entre ambos.
La educación pública, la fiscalidad, el derecho y la política necesitan mejores traductores, no más discursos.
Una conclusión necesaria
México 2026 no será mejor por decreto, ni por reforma aislada, ni por cambio de narrativa. Será mejor si logramos algo aparentemente sencillo pero profundamente complejo: alinear la educación con la realidad, la ley con la justicia, la fiscalidad con la lógica y la política con la responsabilidad.
Mi visión no es optimista ni pesimista: es realista. Y desde esa realidad, creo firmemente que México tiene todo para avanzar, siempre y cuando dejemos de fingir que los problemas son nuevos y aceptemos, de una vez por todas, que las soluciones requieren miradas multidisciplinarias, valientes y honestas.
Porque el futuro no se improvisa. Se diseña.
Jaque Mate.












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