Por huggo romerom™

Te amo con esa clase de amor que no busca aplausos ni testigos.
Te amo como Romeo amó a Julieta, pero tú no te lanzas desde ningún balcón. Tú los incendias.
Eres tempestad contenida en un cuerpo sereno. Una contradicción hermosa y cruel. No eres la doncella que espera, eres la mujer que decide. Y eso me desarma. Porque en esta historia, no hay veneno ni puñal… pero sí un amor que mata lento, con la elegancia de una sonrisa que no promete, pero que yo creo.
Mi amor por ti no vive en este mundo. Lo cargo como una promesa incumplida, como un perfume que solo yo respiro cuando pienso en ti. Lo llevo a mis sueños, porque ahí eres mía sin permiso, sin límites, sin distancia.
En mi mundo de fantasía, tú me amas como yo te amo.
Pero al abrir los ojos, el amor que tú tienes por mí —si lo tienes— queda flotando en esta realidad que no nos deja estar.
Y lo entiendo. Porque tú no fuiste hecha para pertenecer. Fuiste hecha para marcar, para atravesar la vida de otros como un cometa que no regresa, pero deja el cielo encendido.
Yo fui el que miró hacia arriba y te deseó.
Fui el que no parpadeó.
A veces siento que me piensas, una vez al día tal vez… pero con una intensidad que sacude mi alma.
Y yo te pienso diez veces por cada una.
Te pienso cuando respiro.
Te pienso cuando me callo.
Te pienso cuando sonrío fingiendo que no me dueles.
Esta historia no necesita testigos, porque se escribe en los rincones del alma.
No tiene final feliz.
No tiene final.
Porque hay amores tan reales, tan intensos, tan desgarradores, que se quedan en uno aunque el otro no los reclame.
Amores que no mueren ni aunque el cuerpo lo intente.
Amores que son más grandes que la vida.
Al menos para uno de los dos.
Y si tú eres ella —tú, la del carácter de fuego, la de los silencios firmes y los pensamientos ocultos—
entonces sí… esta historia es nuestra.
Y aunque nadie la crea… yo la vivo.

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