¿Y este funcionario qué hace aquí? Cuando la ignorancia se viste de autoridad (y encima grita)

Por huggo romerom™

Hay algo peor que un funcionario público que no trabaja: uno que trabaja mal. Y entre esos especímenes de la burocracia nacional, está el personaje que —con gafete, escritorio y cara de “usted no sabe con quién está hablando”— se atreve a ejercer funciones que ni siquiera entiende. A veces ni siquiera puede decir en qué consiste su puesto. Pero eso sí: grita, niega, inventa reglas y se escuda en “la orden viene de arriba”. Spoiler: eso no lo exime de responsabilidad.

¿No sabes qué haces en tu cargo? Entonces no deberías estar ahí.

Un funcionario que desconoce sus funciones puede incurrir en diversas faltas administrativas y legales, afectando la correcta prestación de servicios públicos, vulnerando derechos y, por si fuera poco, deteriorando la poca confianza que queda en la administración pública.

Y no, no es solo una cuestión de “falta de capacitación”. Es una falta legal, tipificada y sancionada. ¿Te suena la Ley General de Responsabilidades Administrativas? Sí, esa que todo servidor público está obligado a conocer. Pues en ella está clarito: el incumplimiento de funciones, la negligencia y el abuso de autoridad no son errores menores, sino conductas sancionables.


¿Qué puede pasar cuando un funcionario improvisa?

1. Faltas administrativas:

No conocer tus funciones es como ser médico y no saber para qué sirve un estetoscopio. Ridículo y peligroso. Esto se traduce en:

  • Incumplimiento de deberes.
  • Violación de normas y reglamentos.
  • Vulneración de derechos de los ciudadanos (¡que son quienes te pagan el sueldo!).

2. Sanciones (no solo una regañada):

Esto no se resuelve con una plática de motivación. Las sanciones van desde:

  • Amonestaciones y suspensiones.
  • Destitución del cargo.
  • Inhabilitación para ocupar cualquier puesto público.
  • Y en casos más serios: multas o reparación de daños.

3. Responsabilidad civil y penal:

Porque el desconocimiento no exime del cumplimiento de la ley. En casos graves:

  • Responsabilidad civil: Indemnizaciones por daños causados.
  • Responsabilidad penal: Delitos como abuso de autoridad, cohecho, peculado, entre otros. Y sí, pueden terminar con sentencia.

4. Desconfianza pública:

Cuando un funcionario dice “eso no se puede” sin sustento legal, o niega trámites inventando requisitos, el ciudadano no solo pierde tiempo: pierde la fe en el Estado.


Ejemplos del día a día (sí, tú los has visto):

  • Niegan un trámite porque “no les toca”, aunque sí es su función. O lo que es peor: lo niegan porque simplemente no saben hacerlo.
  • No respetan plazos legales, como si los procedimientos administrativos fueran optativos.
  • Se exceden en su autoridad, creyendo que el poder es una extensión de su ego.
  • Usan recursos públicos como si fueran propios: impresoras, gasolina, tiempo laboral… Todo para uso personal.

¿Y qué deberían estar haciendo?

1. Conocer la normativa aplicable:

El servidor público tiene la obligación legal y ética de saber qué dice la Constitución, su ley orgánica, reglamentos internos, y demás disposiciones que regulan su cargo. No es opcional.

2. Capacitarse de forma continua:

El servicio público no es una reliquia. Todo cambia: leyes, procedimientos, tecnología. Quien no se capacita, se convierte en un lastre institucional.

3. Acceder y compartir información veraz:

El artículo 6º constitucional garantiza el derecho de acceso a la información. Si un funcionario miente o esconde información, está incurriendo en una violación de derechos humanos.

4. Denunciar irregularidades:

Si conoces una irregularidad y te callas, eres cómplice. La Ley General de Responsabilidades Administrativas establece esta obligación de denunciar. No hacerlo también es falta.


Conclusión: si no sabes lo que haces, no deberías estar ahí

Ser funcionario público no es un premio, ni una herencia, ni un refugio laboral. Es una responsabilidad directa con la ciudadanía. Y cuando no sabes qué haces, o usas tu ignorancia como arma para agredir al ciudadano, estás traicionando ese principio de legalidad, eficiencia y ética que juraste cumplir.

El problema no es solo tuyo, es estructural. Pero empieza contigo.

Así que si eres funcionario y estás leyendo esto: capacítate, asesórate, pregunta (aunque te dé pena) y sobre todo, deja de esconderte detrás del escritorio. El ciudadano no es tu enemigo. Es tu razón de ser.


¿Quieres denunciar a un funcionario que te mintió, te negó un trámite o te agredió verbalmente? ¿Se colude con un minino de personas en contra de la legalidad?  No lo dejes pasar. Existen mecanismos legales. El abuso de poder, aunque venga con gafete y sello, sigue siendo abuso.

“Decía el hermano (+) de un amigo y decía bien, ‘Si no sabes, te ves mejor si no hablas’… era un sabio”

Una última y nos vamos… lean todo lo que sea legal y que les afecte regularmente en esos documentos extensos están todos los derechos que tienen como ciudadanos, como habitantes engañados dolosamente de alguna asociación de vecinos, de padres de familia, de alumnos, de socios de empresas, regálense un tiempo y lean detenidamente y lo que no comprendan consulten con un experto, de esta forma será más difícil que cualquier merolico los engañe.

Imagen de Cantinflas usada solo para ejemplificar el artículo; todos  los derechos son de su(s) creador (es) original (es).

Jaque Mate

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