Por huggo romerom™ –
Tengo miedo.
No de morir, ni de perderlo todo, ni de enfrentar el vacío.
Tengo miedo de mí.
De lo que llevo dentro.
De una ira acumulada durante años, una furia silenciosa que he contenido por miedo a herir, por miedo a desatar algo que no podría detener.
Equivoqué y equivoco mi vida con una sola decisión.
Respondo “sí” cuando mi alma grita “no”.
Me convertí en un hombre sin voluntad, un ser que cede para evitar conflictos, que calla para no ser culpado.
Y en ese silencio fui desapareciendo poco a poco.
La psicología dice que la represión emocional es un veneno lento.
Yo lo sé.
He sentido cómo se pudre el alma cuando no se dice lo que se siente.
Tengo miedo de estallar.
De que mi furia arrase con todo lo que aún amo.
De que no quede nada de este personaje que aprendí a ser para complacer.
Por eso debo irme.
No por cobardía, sino por supervivencia.
Porque quedarse donde uno se apaga también es morir.
Tengo miedo, sí.
Pero quizás este miedo no sea un enemigo…
Sino una puerta abierta hacia mi libertad.
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