‘La piel  tiene memoria’©

Por huggo romerom™

La piel no olvida. Tiene una memoria secreta, más profunda que la mente, más persistente que el corazón. Es un archivo invisible donde se guardan las caricias, los roces, las manos que alguna vez la recorrieron como un mapa de deseo. Y aunque pasen los años, aunque cambien las estaciones o los cuerpos, basta una mirada, un recuerdo o la aparición súbita de aquel ser con quien alguna vez se compartió el tacto, para que la piel despierte y lo reconozca.

Entonces sucede la magia: un escalofrío imprevisto recorre la espalda, los brazos se erizan como si quisieran extender alas, y el cuerpo entero vibra con un temblor placentero. No es un acto voluntario, es un llamado inevitable, una señal de que en algún rincón secreto quedó tatuada la huella de ese contacto. Es un tatuaje sin tinta, un fuego que no se apaga, un susurro que la piel atesora aunque la mente intente olvidarlo.

Y lo más fascinante es que esa memoria está archivada por características únicas de cada piel: su temperatura, su suavidad, su aroma, la manera exacta en que se acopla a la nuestra. Por eso nunca se equivoca. La piel reconoce con precisión absoluta, sin titubeos, sin margen de error. En cuanto se reencuentra con aquella presencia, responde como si el tiempo nunca hubiera pasado.

Cada vez que el recuerdo se invoca —con un aroma, un roce imaginado o la simple fortuna de reencontrar esos ojos— la piel vuelve a vivir. Revive el instante grato, el momento inmortal en que dos cuerpos se reconocieron como únicos. Porque la piel no miente: reconoce, desea, revive. Ella sabe lo que nosotros a veces fingimos ignorar.

Al final, somos cuerpos escritos por las manos de otros. Y la piel, con su memoria ardiente y fiel, es el libro eterno donde el amor, el erotismo y la ternura quedan grabados para siempre.

Jaque Mate.

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