Lupita Rodríguez Martínez
Mientras los países del mundo miraban hacia los Juegos Olímpicos de 1968 en nuestro país, el gobierno mexicano lavaba las manchas de sangre derramada en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. No era sangre de un combate de guerra, fue el cruel genocidio cometido por un Estado asesino, que masacró a sangre fría a su propia juventud. A 57 años de la matanza del 2 de octubre de 1968, la justicia para los mártires hasta hoy no ha llegado, los culpables nunca fueron juzgados ni siquiera pisaron un tribunal. Por los cientos de muertos y desaparecidos seguimos clamando justicia junto con el pueblo de México.
Es la historia de la matanza que los gobiernos del pasado quisieron borrar de la memoria del pueblo.
A finales de la década de los 60s, en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz se proyectaba una imagen al mundo de orden, desarrollo y modernidad. Los estadistas lo llamaban «el milagro mexicano», pues el crecimiento económico sostenido, la infraestructura del mercado interno, la expansión comercial y la inversión extranjera parecían envidiables.
Con las Olimpiadas a punto de iniciar en la Ciudad de México, esa imagen reluciente ocultaba una dura realidad: un gobierno autoritario y represivo era la base del orden del sistema político. El PRI gobernaba sin oposición, ya que la disidencia era perseguida, vigilada y silenciada. México vivía una dictadura disfrazada de democracia, una paz impuesta autoritaria y represivamente. En ese escenario, nutrido por el contexto mundial donde los jóvenes eran protagonistas en las luchas democráticas, surge la semilla de la rebeldía en las universidades, al levantar la bandera de las causas justas contra la violencia.
Un choque entre alumnos de la Prepa Isaac Ochotorena de la UNAM y la Vocacional 2 del IPN inició la historia en julio de 1967. La policía llegó para agredir y arrestar, no para calmar. Días después, el Ejército al entrar a la Prepa destruyó su puerta histórica con un ´bazukazo´ y detuvo a decenas de jóvenes.
¡Esa represión detonó el movimiento estudiantil! Se formó el Consejo Nacional de Huelga (CNH), que organizó marchas, mítines y protestas pacíficas para exigir no a la represión, libertad de expresión y diálogo público, así como disolución del cuerpo de granaderos, libertad a presos políticos y destitución de jefes policiacos represores. El gobierno respondió con más fuerza represiva.
El Presidente se esforzaba en promover los Juegos y acallar las protestas. Empero, el 27 de agosto de 1968, una multitud de 300 mil estudiantes, maestros y ciudadanos abarrotó el Zócalo y en Palacio Nacional mantuvieron puertas y ventanas cerradas. Fue una manifestación histórica, por primera vez una multitud diversa puso a temblar al régimen priista. Díaz Ordaz, autoritario y paranoico, no vio a jóvenes, vio a enemigos. Lo que más le incómodo fue que el CNH marchó en silencio para demostrar que el movimiento no era violento.
Con las calles llenas de jóvenes, el gobierno comenzó a infiltrar a los estudiantes. Usó a agentes encubiertos para grabar y vigilar cada asamblea y registrar cada nombre y cada pancarta. Difundió rumores sobre infiltrados extranjeros y saboteadores comunistas para sembrar miedo en la ciudadanía. Para el gobierno se trataba de insurgentes disfrazados de estudiantes y la tarde del 2 de octubre más de cinco mil soldados, incluyendo elementos del grupo paramilitar Batallón Olimpia, vestidos de civil con un guante blanco en la mano izquierda, al ver caer luces de bengala sobre Tlatelolco dispararon sin advertencia y atacaron a mansalva a los estudiantes que corrían para huir.
Al día siguiente, los noticieros de radio y televisión ocultaron los hechos sangrientos y los periódicos reportaron cuatro muertos por una ´escaramuza´. No hubo investigaciones, solamente madres buscando a sus hijos muertos, heridos, torturados, desaparecidos, detenidos y procesados como criminales.
La violencia gubernamental perpetrada contra el movimiento estudiantil el 2 de octubre de 1968 resultó un crimen de lesa humanidad y un punto de no retorno. Por ello, el año pasado la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, en su primer acto oficial, ofreció a nombre del Estado Mexicano una disculpa pública a las víctimas, a los familiares y a la sociedad mexicana en su conjunto.
Hasta que la justicia llegue, honremos a los estudiantes asesinados con la Gran Marcha Luctuosa, convocada por el Partido del Trabajo y el Frente Popular «Tierra y Libertad», este jueves 2 de octubre, a las 5:30 de la tarde, desde la Plaza Colegio Civil hasta la Explanada de los Héroes de la Gran Plaza.
Por los caídos ¡no un minuto de silencio, sino toda una vida de lucha!
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