(El abismo que solo cruzan los que tienen un objetivo definido)
Por huggo romerom™

‘Entendí que la línea entre el mundo académico y el mundo real no es una línea es un abismo’.
Esta semana, por fin, entré a realizar mi servicio social. Y corrí con la suerte —esa que casi nunca cae del cielo, pero que esta vez me guiñó el ojo— de que me asignaran a un Instituto de Defensoría Pública.
Sin exagerar, es uno de esos lugares donde te das cuenta de que el Derecho, más que códigos y doctrinas, es un puente para que alguien que no tiene recursos pueda acercarse a esa promesa escrita en la Constitución: justicia al alcance de todos.
Lo verdaderamente fascinante es el choque entre mundos.
Por un lado, está el universo académico: limpio, ordenado, lógico… casi perfecto. Un plano ideal donde las instituciones funcionan como relojes suizos y donde la teoría te marca rutas impecables, sin tropiezos.
Y de pronto, sin aviso, das un paso y entras al otro lado: el terreno real, humano, impredecible. Ahí intervienen las personas con sus historias, creencias, ideologías, costumbres, dolores, hábitos, verdades parciales y mentiras completas. Es como bajar de una carretera recién pavimentada a un camino real, con baches, curvas ciegas y tramos sin señalización. Y sí: tienes que aprender a manejar sobre la marcha.
Después del vía crucis burocrático —papelería, formatos, firmas, sellos y requisitos que parecen multiplicarse— por fin me encontré frente a lo que siempre me ha movido: ayudar personas.
Pero la sorpresa fue darme cuenta de que, en realidad, ellos me van a ayudar a mí. Cada caso será un maestro distinto. Cada expediente, una lección que no está en ningún libro. Cada persona, un recordatorio de que el Derecho no existe para recitarse, sino para ejercerse.
Y, además, cumplirá un propósito más: acercarme un paso al tan esperado proceso de titulación. Estoy agradecido por esta oportunidad doble: cerrar un último tetramestre en las aulas y, al mismo tiempo, entrar en la realidad jurídica con los pies en el suelo y la mente despierta.
Hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien.
Quizá porque entendí que la línea entre el mundo académico y el mundo real no es una línea.
Es un abismo.
Y solo lo cruzan quienes tienen un objetivo definido, la voluntad firme y el valor de descubrir que la justicia no se aprende: se vive.
Jaque Mate.











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